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viernes, 8 de junio de 2012

PREGUNTAR AL ENTREVISTADOR


a) ¿Qué le puedes preguntar a un entrevistador?

 Preguntar es demostrar interés. Y la vergüenza o los nervios no nos pueden cohibir de que manifestemos al entrevistador que tenemos la voluntad de conocer más acerca de la empresa, e inquietud por saber en profundidad cual es el puesto de trabajo al que optamos. Tampoco es cuestión de avasallar e interrumpir: el entrevistador no se puede convertir en entrevistado, pero sí que le causará una buena impresión nuestra curiosidad. El límite vendrá impuesto por la forma de comportarse del reclutador y la cultura de la empresa. En entrevistas rígidas y muy pautadas la seriedad y el rigor se deben imponer frente a la espontaneidad de una pregunta. Suele ser el caso de algunas empresas "a la vieja usanza". Cuando notamos en el experto de selección una actitud receptiva y amistosa, nos podemos sentir más seguros de preguntar sin miedo a ser inoportunos. Un primer bloque de preguntas se refiere a la propia empresa. En algunas ofertas de empleo no sabremos ni tan siquiera el nombre o el sector en que actúa la compañía. El conocido consejo de llegar preparado a la entrevista con este tipo de datos no sirve porque nos serán imposibles de descubrir. Más aún si la selección se hace a través de una consultora. Si hemos tenido la oportunidad de informarnos a fondo acerca de la empresa, es el momento de ir un poco más allá. 

Podemos preguntar acerca de:

 — La cultura de empresa 

— Planes de expansión 

— Presencia en otros países o situación frente a la competencia

 En cuanto al puesto de trabajo: 

— Cuál es nuestra posición exacta con respecto a la organización. Es decir, de quién dependemos jerárquicamente o cuantas personas estarán a nuestro cargo. 

— Si trabajaremos en equipo o de forma autónoma 

— Posibilidades de promoción 

— Política de formación de la empresa 

Indagar sobre estos aspectos predispone a que nos valoren de una forma más positiva. Más importante aún, la información que recibamos nos ayudará a decidir si el puesto de trabajo realmente nos interesa. La compañía no es la única que selecciona, nosotros también. Una mezcla de información que podamos aportar acerca de la compañía junto con algunas preguntas para profundizar demostrará que hemos pensado seriamente en unirnos a la organización y que no hemos ido a la entrevista para "ver qué pasa". Cuando la conversación está a punto de concluir, el reclutador casi siempre hace la misma pregunta: ¿Tiene alguna duda? Pues sí, sí que las tenemos. Por una parte, hay que preguntar acerca de los pasos siguientes en el proceso de selección: si nos llamarán tanto si pasamos a la siguiente fase como si nos descartan, en qué plazo deberíamos saber algo... Pero además, guárdate un par de preguntas. Éste es un buen momento para aclarar puntos oscuros de la entrevista, y así alentar una conversación más fluida y un clima más distendido. De la misma forma, durante toda la entrevista debemos preguntar cualquier cosa que no entendamos. Así se consigue más tiempo para pensar la respuesta y - a diferencia de lo que se pueda pensar - demostraremos iniciativa y madurez. Una entrevista de trabajo no es un examen, y por pedir una aclaración no vamos a perder puntos. Lo que no se debe preguntar Hay una cuestión que suele ser tabú en una entrevista de trabajo, sobre todo si el proceso de selección se está iniciando: el sueldo. Únicamente si el entrevistador menciona el tema de la retribución puedes entrar en este espinoso tema. Pero para no forzar la máquina, espérate a que te hagan una propuesta en firme en una próxima entrevista antes de negociar el salario. En ningún caso lo preguntes a bote pronto. Este mismo argumento es igual de válido para el tema de vacaciones u horarios, y en general las condiciones laborales del puesto. Otra pregunta no pertinente es pedirle al reclutador que haga una valoración de la entrevista. Aunque algunos manuales lo recomiendan, lo cierto es que presenta más riesgos que ventajas: manifiesta ansiedad por conseguir el empleo, inseguridad y falta de capacidad para evaluar por ti mismo cómo ha ido.

 b) Afrontar una dinámica de grupo

 Se trata de juegos, debates o situaciones simuladas en los que has de participar junto con otros candidatos. Mientras tanto, el equipo de seleccionadores toma nota de los comportamientos y actitudes que van surgiendo. Las dinámicas de grupo se aplican en muchos campos, desde la creación publicitaria hasta los tratamientos terapéuticos. En recursos humanos, se utilizan preferentemente en la búsqueda de directivos, aunque no resulta nada extraño encontrárselas en cualquier tipo de selección. Y es que ejercicios de este tipo permiten descubrir muchas características de las personas cuando entran en contacto con un grupo. Así se ve si un candidato trabaja bien en equipo, si coopera, si escucha a los demás, si es creativo, si tiene madera de líder... Lo habitual es que la dinámica de grupos se combine con otras pruebas, como tests o entrevistas individuales. No hay resultados más decisivos que otros, pues todo depende de lo que se vaya viendo a lo largo del proceso. Pero, por regla general, la dinámica de grupo suele tener más importancia que la cantidad de aciertos en el psicotécnico. 

c) Forma de actuar 

En las entrevistas de selección, hay varias preguntas típicas que surgen casi siempre y que te puedes preparar tranquilamente en casa. En las dinámicas no ocurre esto: cada una funciona de manera diferente. Quizás, por casualidad, el juego o situación propuesta te resulte familiar, pero es imposible prever las reacciones de tus compañeros y lo que va a suceder. Así que no elabores ninguna estrategia previa: lo mejor es mostrarse tal cual eres. No intentes averiguar lo que quiere el seleccionador, porque difícilmente lo adivinarás. Con frecuencia, las dinámicas de grupo se usan para detectar personas con capacidad de liderazgo, pero también pueden aplicarse, por ejemplo, en la búsqueda de creativos o de profesionales con una clara orientación al cliente. Sé espontáneo. Siéntete a gusto y disfruta del juego en la medida de lo posible. Si intentas convertirte en el líder del grupo sin tener cualidades para ello, es probable que acabes dando una imagen negativa. Por supuesto, hay que participar y hablar. Pero esto no significa dar la nota ni tomar la iniciativa necesariamente. Si sientes que "tienes" que romper el hielo y conducir la conversación, adelante. Si prefieres reflexionar y mantenerte a la expectativa, hazlo. La clave está en ser uno mismo. Mantén en todo momento una actitud de respeto hacia los demás. Escúchales e invítales a participar. Pero no temas discrepar de otras opiniones: si sabes lo que dices (y la seguridad en uno mismo es un rasgo muy apreciado), defiende tus razones educadamente e intenta buscar un consenso. La confrontación abierta no es buena, pero tampoco suma puntos quien evita el conflicto con el grupo a toda costa. ¿Crees que alguna de tus intervenciones ha sido bastante mala? No te preocupes; no se valora un detalle concreto, sino la actitud del candidato a lo largo de toda la dinámica. ¿Y si algo de lo que dices provoca una expresión de disgusto en la persona que dirige la dinámica de grupo? Tampoco hay razones para sufrir. Algunos dinamizadores fingen que no les gusta lo que dicen los candidatos para ver cómo reaccionan. En realidad, la dinámica de grupo no es exactamente una prueba que superar, sino una manera más de evaluar la personalidad y las capacidades de alguien. No se trata de ganar un empleo como si fuera la lotería, sino de encontrar aquel puesto de trabajo que encaja con tu manera de ser. Si eres la persona adecuada, seguro que lo harás muy bien. 

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