La parábola escrita por León Tolstoi, hace ya más de un
siglo, da cuenta de Pajom, un campesino al que ninguna extensión de tierra
satisface. Al inicio, cuando deseaba hacerse de alguna propiedad, todo parecía
algo natural: era un hombre que quería surgir. Pero resulta que en el camino
ninguna extensión lo satisface: mientras más parece tener, más necesita. Su
ambición es absolutamente desmedida. Siempre está inconforme: bien
quejándose de los vecinos, o de que el espacio le resulta muy pequeño. Y así es
como llegó un día en que le ofrecieron tanta tierra como el mismo pueda elegir:
Los Bashkirios, habitantes de una lejana región, le ofrecieron toda la tierra
que él pueda recorrer en un día. “Toda la extensión que puedas recorrer desde
la hora del alba hasta la puesta del sol, es tuya”, le dijeron. Fiel a su
estilo, al día siguiente, desde tempranas horas, Pajom salió disparado: nada lo
distrae, ni siquiera el hambre o el cansancio. Una vez el sol se puso, completó
su recorrido. Había caminado tanto, que la extensión era asombrosa, francamente
exagerada. ¡Había triunfado! ¡Ahora tenía toda la tierra que quería! Sin
embargo, lenta y silenciosamente el sol lo había consumido: al dar el último
paso, Pajom murió. Cayó al suelo agotado: su sudor se mezclaba con la sangre.
El ambicioso, había caído víctima de su propia ambición. Al verlo, su sirviente
cavó una tumba y con voz triste dijo: “Dos metros de tierra, de la cabeza a los
pies, era todo lo que necesitaba.”
Cuando la idea de éxito se convierte en una obsesión enfermiza por tener más y pavonear propiedades; cuando usted es capaz de perder todo lo que tiene producto de una ambición que no tiene ningún fundamento razonable y coherente, comprobará que puede lograrlo todo, pero no será feliz. Porque si algo es el éxito, eso es felicidad. No pretenda acumular bienes a toda costa sólo para demostrar a otros lo mucho que tiene o para sentirse poderoso. El éxito tiene que ver con usted, no con otros. Tiene que ver con cómo se siente, no con cuánto tiene. Ciertamente, ambicionar es bueno, pero la materialización de la ambición debe seguir un ritmo sano. Debe recordar que el éxito es progresivo, es siempre esfuerzo permanente. Nada grande se logra de la noche a la mañana. Esto es algo que saben todos los gigantes del mundo empresarial: Ningún éxito autentico, ninguna fortuna honrada y ejemplar, nada grande es producto de una ambición enfermiza.
Cuando la idea de éxito se convierte en una obsesión enfermiza por tener más y pavonear propiedades; cuando usted es capaz de perder todo lo que tiene producto de una ambición que no tiene ningún fundamento razonable y coherente, comprobará que puede lograrlo todo, pero no será feliz. Porque si algo es el éxito, eso es felicidad. No pretenda acumular bienes a toda costa sólo para demostrar a otros lo mucho que tiene o para sentirse poderoso. El éxito tiene que ver con usted, no con otros. Tiene que ver con cómo se siente, no con cuánto tiene. Ciertamente, ambicionar es bueno, pero la materialización de la ambición debe seguir un ritmo sano. Debe recordar que el éxito es progresivo, es siempre esfuerzo permanente. Nada grande se logra de la noche a la mañana. Esto es algo que saben todos los gigantes del mundo empresarial: Ningún éxito autentico, ninguna fortuna honrada y ejemplar, nada grande es producto de una ambición enfermiza.
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