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martes, 12 de junio de 2012

VALORACIÓN DE EMPRESAS


1) El fondo de comercio: su significación económica 

Se considera unánimemente por los tratadistas de Contabilidad y de Economía de la Empresa que el fondo de comercio es el valor actual de los superrendimientos o superbeneficios que una empresa produce. Expresa, por consiguiente, el fondo de comercio la estimación que se hace de la capacidad productora de rendimientos por parte de la empresa. Evidentemente, una empresa en funcionamiento vale más que la suma algebraica de todos los valores integrantes de su patrimonio. La razón de ello está en que la empresa es una combinación productiva que implica una organización y que, bajo la dirección del empresario, ofrece un rendimiento que generalmente excede de lo que se puede considerar como rendimiento normal de la inversión realizada en ella. Ahora bien, no todas las empresas ofrecen idénticamente un exceso de beneficio sobre lo que puede estimarse rendimiento normal del capital invertido, habiendo empresas que son más rentables que otras, aunque la suma de los valores de las mismas, o, en otros términos, la inversión realizada en ellas sea idéntica. Se deduce de lo dicho, que el fondo de comercio es una magnitud relativa y variable para cada empresa, cuya razón de ser última no es precisamente el valor de la inversión realizada, sino un conjunto de circunstancias que determinan la mayor rentabilidad que de tal inversión se obtiene. Estas circunstancias son, fundamentalmente, la adecuada organización y dirección de la empresa, su acertada localización, su influencia sobre el mercado, el prestigio de las marcas que explota, o el nombre que tiene y la clientela, en definitiva. La apreciación cualitativa de todas estas circunstancias, que contribuyen a determinar un superbeneficio, es decir, un beneficio para la empresa superior al que se considera como normal, no deja de tener dificultades; pero éstas suben de grado, evidentemente, cuando se trata de apreciar cuantitativamente tal influencia en orden a la fijación del valor del fondo de comercio. No obstante, y ante la necesidad de valorar en la práctica el fondo de comercio o valor inmaterial de la empresa, también denominado good-will en la terminología anglosajona, se han sustentado distintas teorías y formas para realizar dicha valoración.

 Dos manifestaciones del fondo de comercio, o, aún mejor, considerar dos elementos como integrantes de dicho concepto: 

— Una empresa es una combinación de factores productivos en orden a la obtención del producto y con él un rendimiento o lucro. El ingreso obtenido por la empresa ha de cubrir los gastos de funcionamiento de la misma, y, entre ellos, lo que se estima como retribución normal del capital y trabajo empleados, constituyendo el exceso de ingresos, si lo hay, el auténtico beneficio económico de la empresa que permite ofrecer de ordinario al capital invertido en ella una rentabilidad superior a lo que se considera como rendimiento normal de la inversión. Cabe entonces que el fondo de comercio represente o sea expresión actualizada de ese mayor rendimiento que una empresa que realiza determinada actividad económica está en condiciones de ofrecer al capital invertido en la misma en relación con el que se considera como rendimiento normal de las inversiones. 

— Pero pueden existir empresas que constituyan, en cuanto a la obtención de beneficios, una auténtica excepción dentro de la actividad económica a que pertenecen. El genio empresarial de quien las dirige, la aplicación constante de métodos y técnicas innovadoras, el más profundo conocimiento del mercado y la influencia, a través del mismo, sobre los clientes, etc., son factores que en la práctica determinan el que ciertas empresas obtengan beneficios superiores a los que se consideran normales dentro de la actividad económica que desarrollan. He aquí el otro elemento integrante del fondo de comercio: el superrendimiento que una determinada empresa ofrece en relación, no con el rendimiento normal de la inversión, sino con el rendimiento que se considera como normal o medio en el ejercicio de determinada actividad económica. Fácilmente se comprende que el primer elemento o componente del fondo de comercio es de naturaleza mucho más objetiva que el segundo. Es conocido con frecuencia, por lo menos como magnitud media, el rendimiento que se obtiene en condiciones normales del capital invertido en determinadas actividades económicas, si no directamente en función de las inversiones realizadas, sí por lo menos en relación con el volumen de las operaciones, y, a ser posible, relacionar a su vez éste con el capital necesario, conocer indirectamente la rentabilidad del mismo. Pero evidentemente, resulta mucho más difícil conocer el superrendimiento o exceso de rendimiento sobre el normal que se debe fundamentalmente a una acertada gestión empresarial, que en muchos casos reside fundamentalmente en un hombre, o en un grupo directivo. Si el fondo de comercio es, pues, una valoración actual del exceso de rendimiento que una determinada empresa ofrece sobre el que se considera como rendimiento normal de la inversión, o incluso como rendimiento normal de determinado tipo de actividades, es evidente que estará hondamente influido por la variación de la coyuntura en relación con la actividad económica realizada por la empresa. Todas las magnitudes que determinan la estimación del fondo de comercio son apreciadas subjetivamente, ya que difícilmente se podría llegar a una valoración cuantitativa en las mismas. En otros términos, las expectativas del empresario sobre la evolución de las circunstancias internas y externas a la empresa que determinan su rendimiento, condicionará la estimación del fondo de comercio.

 2) Técnica de su valoración

 Cabe entonces que nos preguntemos si hay posibilidad de objetivizar de alguna forma la estimación del fondo de comercio. Evidentemente, no hay un mercado de fondos de comercio, como puede existir en cualquier otro elemento del activo de la empresa, ya que el fondo de comercio no puede desvincularse del conjunto patrimonial de la empresa, ni aun de su propia organización ni, incluso, de su gestión personal. Es muy conveniente, a este respecto, que aclaremos que no es lo mismo fondo de comercio que la llamada prima de traspaso, ya que, aunque puede hacer referencia tal concepto a la cantidad pagada por una empresa en funcionamiento, de ordinario se refiere fundamentalmente al derecho de arrendamiento de un local, el cual por su situación privilegiada, puede ofrecer buenas oportunidades de obtener rendimiento; el fondo de comercio, en cambio, se refiere a la empresa considerada como conjunto productivo y en su actividad funcional, incluyendo, naturalmente, como uno de sus elementos estimativos la situación de sus locales. Pese a la incertidumbre que es inherente a todo proceso de valoración, y más aun cuando se trata de una estimación actual de rendimientos futuros, cabe que se formulen hipótesis y en relación con ellas que se llegue a resultados cuantitativos que sirvan de punto de referencia para transacciones en torno al valor inmaterial o fondo de comercio de la empresa. Si el fondo de comercio hemos dicho que es la estimación actual de la capacidad de producción de superrendimiento atribuibles a la empresa, los factores a tener en cuenta en la valoración del fondo de comercio se pueden ordenar en la forma siguiente:

 — PRIMERO: el establecimiento de lo que se considera como rendimiento normal para, por diferencia con los rendimientos que se cree que la empresa puede producir, obtener el valor a capitalizar. Prácticamente el superbeneficio se fija habida cuenta de los rendimientos obtenidos en ejercicios anteriores, generalmente hallando la media de varios, y suponiendo la permanencia de las condiciones fundamentales de desarrollo de la actividad de la empresa o alterando la cifra obtenida en función de la variación esperada en tales circunstancias. 

— SEGUNDO: la fijación del tiempo de capitalización del superrendimiento, o, en otros términos, el número de años que se han de computar en orden a la valoración del fondo de comercio. Evidentemente, si quien adquiere una empresa en funcionamiento se obligase a pagar por ella, además del precio de los distintos elementos patrimoniales de la misma, el valor actualizado de todos los super-rendimientos que dicha empresa sería capaz de producir en un tiempo indefinido (teóricamente ad infinitum), nadie se sentiría tentado a realizar tal operación, porque en tal caso no obtendría el comprador más que el rendimiento de la inversión realizada, pese a la asunción de riesgo que la inversión de tal naturaleza implicaría. De aquí que, para que exista posibilidad de transacción, es necesario que la estimación del superrendimiento se refiera a un número de años suficientemente corto, que permita al adquirente amortizar la inversión realizada en la adquisición del fondo de comercio y situarse en la posición de poder obtener él en su día el superrendimiento que la empresa es capaz de producir. Surge aquí, pues, el problema de fijar el número de años por el que se ha de capitalizar el exceso de rendimientos. No nos parece aceptable fijar a priori un número de años determinado, y creemos, por el contrario, que éste habrá de establecerse en cada caso en función de la realidad que la empresa ofrezca. Creemos que un buen criterio sería el de considerar como límite temporal en la capitalización el número de años durante los cuales se espera o más concretamente, si se desea, el tiempo que ha de transcurrir hasta que su estructura técnico-económica actual sea renovada sustancialmente. Si con posterioridad se obtienen más o menos rendimientos, habrá que atribuirlos no a la organización y forma actual de la empresa, sino a la que en el futuro adopte en función de las nuevas realidades con las que se vaya enfrentando. 

— TERCERO: pero la actualización de unos rendimientos futuros exige el establecimiento de un tipo de interés. Si el tipo de interés es elevado, el valor del fondo de comercio será más reducido que si es bajo. Puede en principio, considerarse como aceptable el tipo de interés normal de capital pero, por otra parte, es evidente que nadie está en principio dispuesto a invertir un capital en la adquisición de un valor de rendimiento incierto para obtener nada más que lo que en el mercado de capital se considera como rendimiento normal del capital sin riesgo alguno. Por otra razón, y sin perjuicio de que esta posición sea discutible, estimamos que el tipo de capitalización de los rendimientos debe ser superior al interés normal del dinero, dependiendo su estimación también de las circunstancias que se den en cada caso. Han sido distintas las fórmulas que se han dado para valorar el fondo de comercio y, sin perjuicio de que creamos que en cada caso, y de acuerdo con las premisas expuestas anteriormente, habrá que practicar la valoración, recogeremos aquí los principales criterios que se han apuntado. 

Para determinar el valor del fondo de comercio se utilizan frecuentemente dos métodos:

 — MÉTODO INDIRECTO. El valor del fondo de comercio surge por diferencia entre el valor de rendimiento de la empresa y el valor sustancial de la misma, es decir: FC = VR - VS (1) donde: FC = Valor del fondo de comercio. VR = Valor de rendimiento de la empresa. VS = Valor sustancial de la empresa.

 — MÉTODO DIRECTO. Se calcula el rendimiento normal atribuible al capital invertido en la empresa. La diferencia entre el rendimiento que la empresa obtiene como consecuencia del desarrollo de su actividad y el rendimiento normal constituye la llamada «renta del good-will». El valor del fondode comercio vendría dado por la capitalización de estos superrendimientos o sobrerrendimientos, es decir: FC = (r - k) VS (2) K’ donde: K’= Tasa de rendimiento normal de las empresas del sector (o también tipo normal de descuento del mercado financiero). r = Tasa de rendimiento que la empresa obtiene efectivamente (r > k). En la fórmula (2) se ha supuesto que los superrendimientos se generan indefinidamente y no durante un período de tiempo limitado. Cuando los superrendimientos tienen una duración finita, o son de cuantía variable, bastará con aplicar la fórmula de actualización correspondiente. Dada la variabilidad y relatividad del fondo de comercio, aunque de hecho exista, no suele reflejarse en el balance más que cuando se ha pagado por él (al comprar la empresa) un determinado importe. En tal caso aparecerá en el activo del balance por el importe correspondiente. Debido a la relatividad del good-will o fondo de comercio, por razones de prudencia valorativa, la mayor parte de los autores están de acuerdo en que el fondo de comercio se amortice. Cuando el fondo de comercio nace como consecuencia de la inversión en patentes, publicidad, gastos de organización, concesiones, etc., el período de amortización se establece entre 5 y 8 años. Por el contrario, cuando el fondo no nace como consecuencia de factores objetivos, sino que es debido a la eficacia de los dirigentes de la empresa, a los conocimientos y capacidad de sus colaboradores, a la personalidad del empresario, etc., el período de amortización suele establecerse en 3 años. La Directriz de la CEE sobre «cuentas Anuales de ciertas formas de Sociedades» aprobada en 1978, y que es conocida con el nombre abreviado de «Cuarta Directriz», que constituye el Plan Contable para la CEE, considera, con carácter general, que el fondo de comercio debe amortizarse en un período máximo de 5 años, aunque permite en el artículo 37.2 que «.., los Estados miembros podrán autorizar a las sociedades para que amorticen sistemáticamente su fondo de comercio en un período limitado y superior a 5 años con la condición de que tal período no exceda ...» del tiempo de utilización de los activos que dieran origen al mismo y de que se mencione con la debida motivación en el anexo o memoria informativa.

 3) Valoración de la empresa en funcionamiento

 La gestión económica y financiera de la firma requiere, con frecuencia, la determinación del valor de la empresa o de parte de ella. Por ejemplo, se puede necesitar conocer el valor del activo, o de una determinada parte del activo, o del pasivo, o del capital propio, o el valor de la empresa como unidad de producción y distribución, etc. Otras veces, hay que valorar los elementos patrimoniales simplemente con el objeto de determinar el resultado del ejercicio. Es cierto que el balance constituye un inventario o relación en términos de valor de todos los elementos patrimoniales de la empresa, pero dichos valores suelen ser a precios históricos y no responden a la situación económica actual. Para los activos fijos se permitió, por el legislador, realizar determinadas actualizaciones de estos valores sin coste fiscal en función de coeficientes que varían según el año de adquisición. Estas actualizaciones se practican tanto en el valor del activo fijo expresado a costes históricos como a las amortizaciones, éstos en función del año de su dotación. Por ello, el valor contable constituye un punto de partida de cierta utilidad, pero con el cual no podemos conformarnos. Por otra parte, el valor de la empresa dependerá del fin último para el que se quiera utilizar dicha valoración. Si se trata de una empresa que va a liquidarse, lo que hay que determinar es el llamado valor de liquidación de la misma, y el valor de liquidación de cada elemento vendrá dado por su valor de realización o venta en el mercado. El valor de liquidación de la empresa será igual a la suma de los valores de realización de los distintos elementos del activo menos el valor de las deudas. Por el contrario, cuando se trata de determinar el valor de una empresa en funcionamiento, el criterio de valoración tiene que ser distinto del valor de liquidación, ya que la empresa va a seguir funcionando. Los elementos del activo, en este caso, suelen valorarse según el precio de coste, menos el valor de las amortizaciones cuando se trata de elementos patrimoniales sometidos a depreciación. El criterio del precio de coste para valorar los distintos elementos del activo puede complementarse con el criterio del coste de reposición, sobre todo cuando la diferencia entre uno y otro criterio es considerable. La diferencia entre el valor del activo y el valor de las deudas constituye el valor sustancial de la empresa, o valor del capital propio. Algunos autores hablan de valor sustancial bruto cuando se refieren al valor del activo, y de valor sustancial neto cuando se deduce del valor del activo el valor de las deudas. Ahora bien, una empresa en funcionamiento es algo más que una simple yuxtaposición de elementos patrimoniales. Existe una organización y una serie de factores de carácter inmaterial que determinan un valor global de la empresa superior (o inferior) al valor sustancial. En la empresa, pues, cabe hablar de un valor sustancial y de un valor de rendimiento, que como luego veremos constituyen dos conceptos fundamentales a la hora de determinar el valor global de la misma. 

a) El valor matemático o contable de la empresa 

Se denomina también valor según balance o valor aritmético, y viene dado por la diferencia entre el activo real y el pasivo exigible del balance, es decir: Valor contable = Disponible + Realizable + Existencias + + Inmovilizado - Exigible o bien, Valor contable = Capital + Reservas - Activo ficticio Para determinar un valor contable que responda a la realidad patrimonial actual se requiere con frecuencia una actualización y rectificación de las cuentas del balance, ya que, como se sabe, las partidas de balance suelen aparecer valoradas al precio de coste histórico. 

b) Valor de liquidación de la empresa

 La determinación del valor de liquidación de la empresa implica una situación especial de la misma: su extinción. El valor de liquidación se obtiene sumando el valor obtenido por la realización o venta de los elementos del activo y restando luego el valor de las deudas y los gastos de liquidación. En general, se distingue entre valor de liquidación y valor liquidativo. Este valor es un valor determinado a priori por expertos, y constituye una estimación del valor de liquidación. El valor de liquidación es lo que efectivamente se obtiene al liquidar la empresa. Se trata, pues, de un valor potencial en el primer caso y real en el segundo.

 c) Valor de reposición o reconstitución de la empresa

 El valor de reposición de una empresa viene definido por lo que costaría adquirir una empresa que tenga la misma capacidad de producción y de generación de beneficios que la empresa que se está valorando. Aunque en este apartado nos estamos refiriendo al valor de reposición de la empresa, también cabe hablar del valor de reposición de cada uno de los elementos patrimoniales en particular. El valor de reposición de un elemento del activo vendría definido por lo que cuesta en la actualidad reponer dicho elemento, sustituyéndolo por otro que desempeñe la misma función en el seno de la empresa, aunque técnicamente puede ser de características distintas. 

d) Valor sustancial de la empresa

 El valor sustancial es, en definitiva, el valor de reposición actualizado de todos los bienes y derechos de la empresa menos el valor de las deudas o pasivo exigible. Algunos autores hablan de valor sustancial bruto y neto, según que se refieran, respectiva- Activo Pasivo Activo circulante Créditos a corto plazo Fondos propios (Capital + reservas) Activo fijo Créditos a medio y largo plazo Valor sustancial bruto Valor sustancial neto o valor del capital propio mente, al valor sustancial del activo o al valor sustancial del activo menos el pasivo exigible. Sin embargo, cuando aquí se hable de valor sustancial en lo sucesivo, nos referiremos al valor sustancial neto. El esquema de la FIGURA ilustra las dos modalidades de valor sustancial. 

e) Valor bursátil de la empresa

 El valor bursátil de una empresa viene determinado por el producto de la cotización de sus acciones en Bolsa por el número de títulos en circulación. Esta forma de valoración de las empresas tiene el inconveniente de que no todas la empresas cotizan sus acciones en Bolsa. Como cotización de las acciones no debe tomarse una sola cotización, sino la medida de la cotizaciones de un determinado período, con objeto de que el valor bursátil tenga una mayor representatividad. Al determinar el valor de una empresa, su valor bursátil es un valor de referencia muy importante. Si el mercado bursátil funcionara con cierta perfección, el valor bursátil sería de inestimable utilidad, ya que dicho valor debe ser un reflejo no sólo del valor intrínseco de la empresa, sino también de las expectativas de beneficios futuros. Sin embargo, no puede descartarse la posibilidad de manejos especulativos que crean un valor bursátil artificial. Por otra parte, si se quiere vender la empresa determinando su precio en base al valor bursátil, éste debe ser rectificado multiplicándolo por un cociente corrector comprendido entre 0 y 1, aunque por lo general más cercano a 1 que a 0, porque si todas las acciones fueran sacadas al mercado bursátil casi simultáneamente, su cotización ascendería considerablemente, como consecuencia de la ley de la oferta y la demanda. Al ofrecer más acciones en el mercado su precio debe bajar.

 f) El valor de rendimiento de la empresa

 El valor de rendimiento de una empresa es igual al valor actualizado de todos los beneficios esperados. Se trata de un valor potencial o valor de la empresa en funcionamiento. El valor de rendimiento es más que la suma de los valores de cada uno de los elementos que integran el patrimonio de la empresa. La empresa no es sólo un conjunto de elementos patrimoniales, sino una estructura organizada en donde se enmarcan dichos elementos. La empresa, una vez creada, pone en práctica su eficacia organizativa y directiva con relación a las demás empresas del sector. Después de haber funcionado durante algunos años, la empresa adquiere una serie de vínculos con el mercado de productos, de factores y financiero. La buena reputación frente a la sociedad en general, el prestigio frente a sus clientes y proveedores, la clientela selecta que va formando, él acierto en la localización, etc., son aspectos que no surgen por generación espontánea ni tampoco provienen del azar, sino que son debidos al acierto de las acciones del equipo directivo y al buen hacer de todo el personal. Todo ello determina que el valor de la empresa, considerada como una organización que es capaz de generar beneficios, sea superior o inferior a su valor sustancial, porque los aspectos inmateriales a que antes nos hemos referido condicionan la cuantía de los beneficios y llevan a que unas empresas obtengan beneficios muy superiores o inferiores a otras del mismo sector. El valor de rendimiento de una empresa puede expresarse, en un principio, mediante la siguiente relación funcional: V = F (B, n, k) donde: V = Valor de rendimiento de la empresa. B = Beneficio medio anual que se espera obtener en el futuro. n = Número de años durante los cuales la empresa va a generar beneficios. k = Tipo de actualización o descuento. El principal problema que se presenta en la determinación del valor de rendimiento se halla en la estimación de los parámetros B, n y k. ESTIMACIÓN DE B. Resulta realmente difícil estimar B, es decir, el beneficio que por término medio se va a obtener en los años venideros. Para ello hay que apoyarse en la serie de beneficios pasados, si es que la empresa lleva varios años funcionando, y también en las expectativas futuras acerca de la marcha de la empresa y el comportamiento del mercado. Si no hay razones para suponer que la empresa y el mercado vayan a cambiar su comportamiento con relación al pasado, el ajuste de una recta o una curva -según corresponda- a la serie histórica de beneficios constituye el mejor instrumento analítico para predecir los beneficios futuros. El concepto económico de beneficio es también bastante relativo. Cualquiera que sea el método utilizado para determinarlo, deben tenerse siempre presentes las siguientes condiciones: 

— No puede descapitalizarse la empresa, es decir, debe mantenerse el valor de liquidación de la misma. 

— Debe mantenerse la capacidad competitiva de la empresa en el mercado. Ello significa que si las empresas competidoras crecen, la empresa en cuestión debe crecer para no verse desplazada en el mercado. Esto es, ha de mantenerse su capacidad generadora de beneficios. 

ESTIMACIÓN DE K. El tipo de actualización o descuento debe ser el interés normal del dinero en el mercado. Sin embargo, el mercado financiero es el más imperfecto de todos los existentes. Se descompone en una serie de mercados parciales, en cada uno de los cuales existe un tipo de interés distinto. Un tipo de actualización del 10 por 100 suele ser utilizado con bastante frecuencia en la práctica. Este tipo de descuento debe ser aumentado según el mayor o menor riesgo del negocio, las circunstancias del mercado y la coyuntura económica existente. En el caso de un horizonte económico finito, el valor de rendimiento de la empresa vendrá dado por: n VR= B1 + B2 + B3 + .... + Bn = Bt (1 + k) (1 + k)2 (1 + k)3 (1+k)n t=0 (1 + k )t donde: VR = Valor de rendimiento de la empresa. Bi = El beneficio esperado el año i-ésimo. En el supuesto de que los beneficios se mantengan constantes: B1 = B2 = B3 = ... = Bn = B El valor de la empres vendrá dado por: VR= B 1 + 1 + 1 + .... + 1 = B (1 + k)n-1 = B 1 (1 + k) (1 + k)2 (1 + k)3 (1 + k)n k (1 + k)n k Y en el caso de que el horizoante económico fuera ilimitado, tendríamos que: VR = lim (1 + k )n - 1 = B 1 n--- k (1 + k)n k Algunos autores se muestran partidarios de actualizar los flujos netos de caja o cash-flow (diferencia entre cobros y pagos) en vez de los beneficios (diferencia entre ingresos y gastos) o flujos de renta, dado que existe un divorcio entre beneficios y liquidez. El beneficio de un determinado período no se corresponde con un incremento igual en la tesorería de la empresa, ya que una parte del mismo puede hallarse materializado, por ejemplo, en la cuenta de clientes. El beneficio sólo se puede invertir en el mercado financiero y obtener una rentabilidad igual a k cuando es efectivamente líquido. En realidad, la utilización del concepto de descuento o actualización en las anteriores fórmulas sólo tiene sentido, en rigor, cuando la corriente de renta o beneficio se corresponde con la otra liquidez de igual cuantía. 

g) Métodos para determinar el valor global de la empresa

 Los métodos para determinar el valor global de la empresa combinan el valor de rendimiento con el valor sustancial para alcanzar el valor final. Los dos principales métodos, llamados combinados, son el método alemán y el anglosajón.

 1.- MÉTODO ALEMÁN O MÉTODO INDIRECTO

 Parte del supuesto de que el valor de rendimiento es el valor teóricamente correcto. Pero como su cálculo está lleno de incertidumbre, se debe tomar con reservas. Por ello, para compensar en alguna medida dicha incertidumbre al valor sustancial se le añade la mitad del valor inmaterial o fondo de comercio y no la totalidad, es decir: VG = VS + 1 (VR - VS) = 1 (VS + VR) 2 2 donde VG es el valor global de la empresa, habiendo sido ya definidas las demás variables. Esto es, según este método, el valor del fondo de comercio se reparte por mitades entre el vendedor y el comprador de la empresa, ya que de lo contrario éste no tendría ningún aliciente para comprarla. Se le critica a este método, que se le conoce también por el nombre de «método de los prácticos», porque a la hora de determinar el valor global de la empresa le asigna el mismo peso o ponderación (= 1/2) al valor sustancial que al valor de rendimiento. 

2.- MÉTODO ANGLOSAJÓN O MÉTODO DIRECTO

 Según este método, se determina el valor sustancial de la empresa de la forma ya conocida. Luego se calcula el rendimiento que podría producir un capital equivalente al valor sustancial en condiciones normales (kVS). Este valor se compara con el beneficio proporcionado por la empresa (B). La diferencia entre B y kVS nos proporciona el superbeneficio o renta del good-will cuyo valor actualizado constituye el valor del good-will o fondo de comercio. El valor global de la empresa vendrá dado por la suma del valor sustancial y del good-will, es decir: VG = VS + VW = VS + a n k’ (B - kVS) donde: VW= Valor del good-will a n k’ = B (1 + k)n - 1 = Factor de adtualización en el caso de una renta k’ (1 + k’)n constante y duración finita. El valor de k’ generalmente, es el doble del interés normal del mercado, con el objeto de paliar con ello la transitoriedad o aleatoriedad del good-will creado. Se le denomina también método directo, porque para su aplicación, y a diferencia del método alemán, no se necesita calcular previamente el valor de rendimiento de la empresa. En los casos de superbeneficios con duración ilimitada o de cuantía variable, bastaría con aplicar la correspondiente fórmula de actualización, utilizando para ello el tipo de descuento k’. En lugar de la fórmula (7), en la práctica se utiliza a veces esta otra fórmula: VG = VS + n (B -KVS) que es una fórmula aproximada, ya que en la misma no se actualizan las rentas del good-will. La componente WS presenta también sus dificultades. El comprador de una empresa calculará el rendimiento normal (kVS) no tomando como base el valor sustancial (VS), sino lo que él paga efectivamente por la empresa (VG). Por ello, algunos autores prefieren utilizar en lugar de la fórmula (7) esta otra: VG = VS + a n k’ (B -kVS) VG = VS + a n k’ B 1 + k a n k’


 

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