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viernes, 8 de junio de 2012

DISCURSOS


La elaboración del discurso, aún siendo determinante, constituye tan sólo una primera etapa de la preparación del acto (y puede que no la más complicada). Cuando se prepara un discurso hay que tener muy claro cuál es su objetivo, qué es lo que se pretende conseguir (informar, motivar, divertir, advertir, etc.). En primer lugar hay que definir el tema de la exposición. Esto puede venir ya indicado por los organizadores del acto (aunque uno siempre podrá darle su propia orientación) o puede que uno tenga libertad para elegirlo. Definido el tema, hay que determinar la idea clave que se quiere transmitir y sobre la que va a girar toda la argumentación. Una vez seleccionada la idea clave, hay que buscar argumentos en los que apoyarla. Para ello lo mejor es dar rienda suelta a la imaginación ("lluvia de ideas") e irlas anotando a medida que vayan surgiendo. Este proceso puede durar algunos días (hay que dar tiempo a la imaginación; las ideas surgen inesperadamente). Una vez que se dispone de una lista de posibles argumentos hay que seleccionar los 4 o 5 más relevantes (y no más). Hay que tener presente que en un discurso la capacidad de retención que tiene el público es limitada y que difícilmente va a ser capaz de asimilar más de 4 o 5 conceptos. Tratar de apoyar la idea clave con muchos argumentos a lo único que lleva es a que el público termine sin captar lo esencial (los árboles no dejarían ver el bosque). Una vez que se han seleccionado esos pocos argumentos que se van a utilizar hay que desarrollarlos en profundidad. Se utilizarán conceptos, datos, ejemplos, citas, anécdotas, notas de humor... Como se ha comentado, el discurso girará sobre una idea principal (idea clave), que resume el punto de vista del orador sobre el tema tratado. Hablar en público constituye una oportunidad que no se puede desaprovechar: Un grupo de personas, más o menos numeroso, está pendiente de lo que uno les va a decir, por ello hay que ser enormemente selectivo en la idea que se quiere transmitir. No se puede perder esta oportunidad tratando temas marginales o menos relevantes. El orador tiene que ser capaz de ir al núcleo del asunto. Es preferible centrarse en un solo mensaje que quede claro que abordar distintas ideas que al final sólo produzcan confusión.

 Cuando se habla en público hay que ser muy conciso, evitar la dispersión, ya que la capacidad de retención del público es limitada. Para definir la idea clave uno debe tomarse un periodo de reflexión y hasta que no esté convencido de la misma no comenzará a desarrollar su discurso. Esta idea principal se expresa en la introducción (para que el público sepa cual es la posición que se va a defender), se argumentará durante el desarrollo y se destacará nuevamente en la conclusión. El objetivo del orador es que cuando termine su intervención el público conozca perfectamente cual es su opinión y los argumentos en los que se basa. La introducción es una parte fundamental del discurso. Al iniciar la intervención el orador se "juega" el conseguir o no la atención del público. Si la introducción resulta interesante, atractiva, novedosa, sugerente, y si el orador parece preparado, agradable, entusiasta, entretenido, es posible captar la atención del público, y una vez que se ha conseguido es más fácil mantenerla a lo largo de todo el discurso. Si por el contrario, el orador no consigue en la introducción "enganchar" al público, a medida que avance el discurso le va a resultar cada vez más difícil lograrlo (si el público no ha prestado atención al principio, es muy complicado que luego pueda captar la línea argumental, aunque lo intente). Si la introducción suena a rollo, la voz resulta monótona, no se oye bien, no queda claro de que se va a hablar, la imagen del orador resulta indiferente, etc., es muy fácil que la mente del público empiece a viajar en diferentes direcciones. Hay mil cosas en las que el público puede entretenerse (este orador se parece a mi vecino; que mal le queda el traje, que corbata más rara, como sesea, que calor hace aquí, ya está el de delante estornudando, etc). La presentación tiene que ser breve, se trata simplemente de introducir el tema que se va a tratar; ya habrá tiempo más adelante para desarrollarlo. En la introducción tiene que quedar muy claro el asunto que se va a abordar y la opinión del orador sobre el mismo. Si el discurso va a ser extenso, en la introducción se debe presentar un pequeño guión indicando los distintas partes de la exposición. La introducción se tiene que preparar a conciencia. Hay que ser capaz de exponerla sin recurrir a fichas de apoyo (aunque se lleven preparadas) ya que gana en espontaneidad. Además, es al comienzo de la intervención cuando los nervios están más a flor de piel, por lo que una buena preparación ayuda también a dominarlos. La introducción debe empezar con entusiasmo, con energía. Marca la línea que debe seguir el resto de la intervención. Por último, indicar que la introducción debe comenzar con un saludo a los asistentes, agradeciéndoles su presencia; también se dará las gracias a los organizadores del acto por la invitación. Si alguien ha intervenido antes se le dedicarán unas palabras de reconocimiento (aunque haya sido mala su intención). 

Durante el desarrollo del discurso se expondrán aquellos argumentos principales que sustenten la idea defendida por el orador. Hay que ser muy selectivo en la utilización de argumentos de apoyo (no más de 4 o 5). En este desarrollo no hay que extenderse más allá de lo necesario. Ya se ha repetido anteriormente que debe primar siempre el principio de brevedad. No hay que abusar de los datos, de los detalles (ocultan los aspectos fundamentales). Hay que dar exclusivamente aquella información que sea realmente relevante. El desarrollo debe ser ágil, combinando conceptos teóricos, ejemplos, datos estadísticos, citas, comparaciones, anécdotas e incluso incluyendo algún toque de humor (permite acercar el discurso al público). Es conveniente que estos ejemplos, anécdotas, citas etc., sean relevantes, vengan al caso, y no se utilicen simplemente para tratar de impresionar al público con los conocimientos que uno posee (el público rechaza la pedantería). El desarrollo debe ser equilibrado, repartiendo el tiempo entre las distintas partes que se van a exponer, evitando extenderse en demasía en un punto determinado y pasar "de puntillas" por otro igualmente importante. Se utilizarán, si es posible, medios de apoyo (pizarra, transparencia, etc.), con idea de ir alternando la palabra con la imagen, dando movimiento a la presentación y evitando la monotonía. La conclusión es un recordatorio del tema tratado, del punto de vista defendido y de los principales argumentos presentados. La conclusión debe ser breve, destacando únicamente los puntos básicos que se han expuesto. Mientras más se diga, menos resaltarán los aspectos claves. La conclusión, al igual que la introducción, es una parte fundamental del discurso que debe ser preparada a conciencia. Probablemente, cuando el público abandone la sala tan sólo recuerde de la presentación lo que se haya dicho en la conclusión. Es conveniente tener la conclusión aprendida de memoria, de modo que se pueda desarrollar sin tener que recurrir a fichas de apoyo (aunque se lleven por si acaso). Así gana en espontaneidad, en frescura, pudiendo el orador centrar todo su esfuerzo en enfatizar sus palabras, sus gestos, mirando al público, sin tener que estar consultando sus notas. 

En la conclusión el orador debe emplearse a fondo, utilizando un lenguaje enfático, hablando con determinación, con entusiasmo. Es el momento de recalcarle al público el punto central de la exposición. A lo largo del discurso hay que controlar el tiempo con vistas a disponer al final de los minutos necesarios para poder desarrollar adecuadamente la conclusión (es el momento del lucimiento). Es frecuente que el orador tienda a alargarse más de la cuenta y al final tenga que cerrar su discurso de forma atropellada, sin la oportunidad de poder rematarlo con una buena conclusión. Como cierre de la intervención, se agradecerá nuevamente al público su asistencia y el interés mostrado, y uno se retirará lentamente del estrado mientras se oyen los aplausos. Lo correcto es abandonar el mismo antes de que los aplausos finalicen, y por supuesto nada de volver al estrado con los brazos en alto haciendo el signo de la victoria, ni tampoco invitar a la familia a que suba para compartir con ellos estos breves momentos de gloria. Toda intervención pública exige una preparación adecuada, no se puede dejar nada al azar. La diferencia puede ser entre un discurso discreto y un gran discurso.

 La regla fundamental es ensayar y ensayar. Ensayar con seriedad permite llegar a dominar la actuación que se va a realizar, lo que contribuye a aumentar la autoconfianza y a reducir la tensión típica de los días previos a la intervención. Ensayar no significa simplemente repasar mentalmente el texto dos horas antes de la intervención. Ensayar implica: 

— Leer el discurso en voz alta, cuantas veces sean necesarias, hasta llegar a familiarizarse con él. 

— Exponer el discurso, recreando en todo lo posible las condiciones en las que se va a desarrollar la intervención (de memoria, con apoyo de notas, utilizando pizarra, con proyección de transparencia, con micrófono...). 

— Practicar la voz, los silencios, las miradas, los movimientos, las manos, los gestos de la cara, etc. Ser capaz de mostrar serenidad, transmitir entusiasmo, saber enfatizar, mostrarse convincente, etc. 

En definitiva, se ensaya no sólo para dominar el texto (evitar poder quedarse con la mente en blanco), sino con vista a sacarle todo su jugo, de conseguir conectar con el público, de motivarlo, de entusiasmarlo, etc. Hay que ensayar incluso aunque se pretenda improvisar el discurso. Tan sólo el dominio del mismo permitirá realizar una buena improvisación. Resulta muy útil grabarse en video y analizar con sentido crítico la actuación. Permite detectar fallos y poder corregirlos. También resulta interesante ensayar con público: Convencer a algún familiar o amigo para que esté presente en algún ensayo y que realice un análisis crítico, señalando aquello que haya ido bien y aquello otro que necesite ser mejorado. Se debería realizar un último ensayo (el ensayo general) en el lugar en el que se va a celebrar el acto, y si es posible con participación del equipo técnico de luz y sonido. 

El objetivo es familiarizarse con el entorno y coordinar todos los aspectos de la intervención. Se ensayará hasta el día anterior al acto. El día de la actuación es preferible descansar, ya que un ensayo de última hora, sin tiempo para corregir fallos, tan sólo sirve para aumentar el estado de nerviosismo. El día del acto el orador debe procurar encontrarse en plena forma. La noche anterior debe dormir las horas necesarias. Hay que llegar al discurso fresco, con la mente despejada, al 100% de capacidad. Debe ser un día relajado. Hay que evitar actividades que resulten cansadas o que puedan generar nerviosismo. Hay que procurar tener una agenda despejada: nada de numerosas reuniones, comités, presentación de resultados, comida de trabajo, etc. Uno llegaría al acto prácticamente "deshecho". En las horas previas al discurso es conveniente estar relajado, como mucho se puede echar un vistazo rápido al guión o a las notas de apoyo. Es conveniente comer varias horas antes de la intervención, con el fin de realizar tranquilamente la digestión. La comida debe ser ligera, que no produzca pesadez. Se debe evitar abusar del café (aumenta el nerviosismo) o del alcohol (aturde), ni tampoco se tomarán pastillas tranquilizantes (adormecen). Cualquiera de estas sustancias puede provocar reacciones inesperadas una vez en el escenario. También se deben evitar, si es posible, desplazamientos fuera de la ciudad, no vaya a ser que atascos de última hora, averías del coche..., puedan dar lugar a situaciones de infarto. Si la intervención tiene lugar en una localidad distante es preferible desplazarse el día anterior con el fin de amanecer ya en dicho lugar y poder descansar hasta el momento de la intervención.

 Es conveniente acercarse al lugar del acto con tiempo de sobra, evitando prisas de última hora (no se encuentra taxi, la calle está atascada, etc.). Uno puede emplear estos minutos en comprobar que todo está en orden (atril, proyector, micrófono, luces, etc.). Por último, señalar que puede resultar muy beneficioso realizar unas horas antes de la intervención alguna actividad física (correr, jugar al tenis, etc.), ya que contribuye a quemar energías y a calmar los nervios. 

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