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viernes, 8 de junio de 2012

PÚBLICO, LUGAR Y DURACIÓN DE LA INTERVENCIÓN


Cuando se habla en público lo primero que hay que buscar es captar su interés y atención, con vistas a que la comunicación resulte efectiva. Hablar a un público que no muestra interés es perder el tiempo. Si el público asiste al acto es porque le interesa, porque espera obtener algo (aprender, conocer otros puntos de vista, pasar un rato agradable, etc.), por lo que hay que intentar no defraudarle. No hay que ver al público como al enemigo. 

Hay que preparar el discurso en función del público que se espera que asista: 

— Tratando un tema que le interese (si el orador tiene la opción de poder elegir). 

— Utilizando un lenguaje apropiado, comprensible; no se deben utilizar términos que le resulten extraños (no es lo mismo dirigirse a universitarios que a un grupo de jubilados). 

— Un mismo tema se puede abordar de manera diferente en función del público objetivo. Un aspecto que conviene tener en cuenta es si se trata de un grupo homogéneo (por ejemplo, alumnos de la facultad de derecho) o no (por ejemplo, el público de las fiestas locales), ya que el discurso deberá ir dirigido a todos ellos. 

No se deben utilizar términos o expresiones que parte del público no conozca, ni entrar en unos niveles de detalle que a una parte del público pueda no interesarle, o que sencillamente no sea capaz de entender. También hay que informarse del número previsto de asistentes: No es lo mismo dirigirse a 10 que a 300 personas. Esto influirá en la capacidad de interactuar (preguntar, debatir, etc), en la necesidad o no de utilizar micrófono, en los posibles medios de apoyo (pizarra, proyectores, etc.). Un aspecto que también influirá en el discurso es si el orador conoce ya al público (ha participado en ocasiones anteriores, trabaja en la empresa, vive en el pueblo, etc.) ya qué esto podría permitirle darle a su discurso un toque de mayor cercanía, más informal. Hay que tratar de anticipar si el público va a estar de acuerdo o no con la tesis que se va a exponer y en el caso de que se prevean discrepancias, intentar conocer las razones de las mismas. En la exposición se puede hacer referencia a otros posibles puntos de vista, tratarlos con rigurosidad y respeto, aunque indicando que no se coincide con ellos. También hay que considerar las preguntas más probables que el público pueda plantear, lo que permitirá llevar preparadas las respuestas. El lugar de la intervención también determina en gran medida el tipo de discurso, imprime al acto su propia identidad, dándole una nota de mayor o menor formalidad: No es lo mismo intervenir en una pequeña sala de junta, en un auditorio, o desde el balcón del ayuntamiento. El orador debe conocer el lugar en el que va a hablar y tenerlo en cuenta a la hora de ensayar. Conocer sus dimensiones, si podrá contar con proyectores, pizarras, etc.; si el estrado tiene una dimensión suficiente para poder moverse por él; si tendrá también la posibilidad de moverse entre el público (por ejemplo, en un aula universitaria), etc. 

Lo ideal sería, además de conocerlo, realizar allí el último ensayo general, el día previo al acto. Esto le permitiría familiarizarse con el sitio, lo que también contribuye en cierta medida a calmar un poco los nervios. Lo que no se debe hacer es no conocer el lugar donde se va a hablar hasta el momento de la intervención, no vaya a haber sorpresas de última hora de difícil solución: No dispone de proyector para mostrar las transparencias que se habían preparado, no hay un atril donde colocar las fichas de apoyo, el estrado es demasiado pequeño, etc. Se trata, en definitiva, de evitar cualquier imprevisto que pueda perjudicar la intervención. La duración de la intervención condiciona la preparación del discurso. No es lo mismo preparar una intervención de 5 minutos que una de hora y media. Cuando se prepara un discurso hay que intentar ajustarse a un tiempo algo inferior al que uno tiene previsto, ya que durante el mismo es frecuente que uno tienda a extenderse (saludos, agradecimientos, alguna anécdota improvisada, etc.). Siempre es preferible quedarse corto que sobrepasar el tiempo asignado. El público agradece la brevedad. Hay que tener presente la posibilidad de que en el último momento los organizadores del acto modifiquen la duración de la intervención, bien ampliándola (porque un conferenciante no haya podido asistir), bien recortándola (porque el acto marche con retraso). El orador debería llevar preparado material adicional (otros argumentos, anécdotas, ejemplos, transparencias, etc.) por si tuviera que hablar más tiempo del previsto. 

También debe tener identificadas partes del discurso que se puedan omitir, para el caso contrario en el que se recorte el tiempo de la intervención. Durante el discurso hay que controlar el tiempo (tener un reloj a la vista que se pueda mirar discretamente), tratando de que la intervención se vaya desarrollando según lo previsto, evitando agotar el tiempo con el discurso todavía por la mitad. No hay que olvidar que una de las partes principales del mismo es la conclusión, a la que hay que dedicar el tiempo necesario para poder desarrollarla convenientemente. Si el discurso es extenso el orador no debería confiar únicamente en su memoria ya que corre el riesgo de olvidar algún punto fundamental o, peor aún, de quedarse en blanco. Es conveniente en este caso llevar preparadas fichas de apoyo que le pueden servir de guía a lo largo de su exposición. Por último, una idea que hay que tener siempre presente: El orador sólo se extenderá en la medida en la que tenga algo interesante que decir, lo que no debe hacer bajo ningún concepto es tratar de "rellenar" el tiempo con información carente de interés (al público no se le puede aburrir). En este caso es preferible hablar con los organizadores del acto y comunicarles que el tiempo asignado es demasiado extenso para el tema que se va a tratar. 

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