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lunes, 6 de agosto de 2012

EL SENTIDO Y FIN DEL TRABAJO


Ha de quedar claro que cada persona es muy libre de vivir y de sentir el trabajo como un bien, siendo capaz de descubrir «las bondades del trabajo» o de aceptar, o mejor, soportar el trabajo como ineludible y convertir su vida en un verdadero infierno con una permanente actitud de cabreo, malhumor y desgana. Aconsejo disfrutar en el trabajo y convertirlo en actividad gratificante y evitarnos pasar la vida «rabiando, maldiciendo y pataleando» porque hemos de trabajar. Si sobre el hombre pesa la necesidad y la obligación de trabajar, ya que, al menos hasta hoy, sin el trabajo humano nuestra sociedad sería inviable, será más inteligente dar un sentido positivo a esta actividad, pues, de una manera u otra, no hay más remedio que trabajar.

El trabajo hace posible la suficiencia material imprescindible, que no está asegurada de antemano y el hombre debe responsabilizarse para procurársela. La adquisición de recursos es conditio sine qua non y supuesto inexcusable para vivir que tiene su origen en el trabajo. Pero no todo lo que reporta el trabajo es material y recursos económicos y de otro tipo. Nuestra condición de personas nos mueve por otros derroteros más allá (de lo meramente tangible y material, y es el perfeccionamiento como individuos en busca de una mayor excelencia, plenitud y sabiduría, cualidades que tienen que ver con las potencialidades de la mente y del espíritu. El fin último del trabajo es el desarrollo de la propia perfección hasta alcanzar la mayor plenitud humana posible. «¡Trabaja! Si puedes, trabaja bien; en caso contrario... trabaja de todos modos.»


 1) En la democracia actual 

El mundo del trabajo constituye una de las claves de la vida política y ocupa un puesto relevante en la mente y en las preocupaciones del hombre en cualquier sociedad demócrata. El trabajo es valorado y apreciado por todos como el fundamento de la grandeza humana y el trabajador es respetado, estimado y considerado cada día más como ser humano digno y con pleno derecho. Hoy, una gran mayoría considera que el trabajo es el fundamento de la grandeza humana y ha elevado a la sociedad y a la humanidad al nivel actual de progreso. Seguramente, en nuestros días, el trabajo es el principal criterio de valoración para definir los méritos y derechos del hombre y hasta llega a admitirse la desigualdad de condición socioeconómica, si está fundamentada en el mérito personal adquirido mediante el esfuerzo y la constancia, a través del trabajo continuado y eficaz. «El pan más sabroso y la comodidad más agradable son los que se ganan con el propio sudor.»
SÉNECA

El trabajo: Los pro y los contra. Defensores y detractores: «El día no le parece nunca largo al que trabaja». (SÉNECA) «Se quiere más lo que se ha conquistado con más fatiga». (ARISTÓTELES) En el trabajo, como en todas las cosas de esta vida, cada cual cuenta su historia según es y según la vive. He hablado con personas entusiastas e ilusionadas con su trabajo, hasta el punto de que no conciben su vida sin trabajar y no se hacen a la idea de poder jubilarse, si todavía están fuertes y jóvenes. También me he encontrado con verdaderos detractores del trabajo, que no hacen sino recordar que es una maldición, una consecuencia del pecado original de nuestros primeros padres... el preceptocastigo bíblico: «... y ganarás el pan con el sudor de tu frente».

ARISTÓTELES


Hay posturas menos extremistas como las de aquellos que creen que el trabajo es un mal necesario, pero que con el tiempo se hace soportable y hasta llega a gustar. Otros piensan que el trabajo no es ni bueno ni malo, sino una actividad sin la cual no podríamos lograr lo suficiente para vivir y no se paran en otras consideraciones filosóficas. Trabajan para vivir y procuran que no sea una carga, sino algo gratificante y llevadero, si es posible. La mayoría de las personas consultadas admite que no se valora el trabajo de verdad hasta que falta durante un tiempo. Es entonces cuando se mira con envidia al resto que lo posee y se cae en la cuenta de que estar en paro es un verdadero mal para el ser humano. Es curióso, pero el 80 por ciento de las personas consultadas reconoce que quien más valora el trabajo y mejor habla de sus bondades es quien lo pasó mal por no tenerlo o por tener que trabajar antes en trabajos duros, poco rernunerados y nada gratificantes. Son estas personas las que caen en la cuenta de que en este mundo nuestro, trabajar no sólo sirve para ganar dinero y procurarse el sustento diario, sino que el trabajo reporta otros bienes más nobles como: sentirnos útiles, saber que ayudamos a los demás, que colaboramos para un bien común y que todos se benefician de nuestros esfuerzos.

Hay que admitir que abundan las loas al trabajo y que son muchos más los defensores que los detractores. El lector observará que a la hora de hablar bien del trabajo, la mayoría de los escritores y pensadores lo identifican con la felicidad. «Sin trabajo no hay placer», llegan a decir. Otro grupo de autores le conceden el valor de capacitar al hombre para afrontar los problemas de la vida y hasta el dolor, como Cicerón cuando dice: «El trabajo nos endurece contra el dolor». Abundan los pensadores que le conceden el valor de potenciar y alentar otros valores, como Séneca: «El trabajo es el alimento de las almas nobles.» Algunos, como Voltaire, lo consideran el mejor antídoto contra los males del hombre: «El trabajo aleja al hombre de tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la penuria.» A otros, como Burton, el trabajo se les antoja un talisimán, una especie de varita mágica: «La actividad es el imán que atrae todas las cosas buenas».

MARCO TULIO CICERÓN

2) ¿Qué podemos decir de los dretractores del trabajo? Que son muy pocos y además, mal avenidos. Oscar Wilde, por ejemplo, cuando afirma que «El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer», lo hace en solitario. No hemos encontrado a ningún pensador que diga algo parecido. Manuel Kant, no sé si con ironía o desde su profundidad como filósofo, nos recuerda que, entre los animales, sólo el hombre se ve obligado a trabajar. Seguramente pensaba el filósofo que el trabajo es noble por estar reservado al hombre como ser superior, aunque algunos podrían pensar que Kant lo considerase una carga que tenemos que soportar en exclusiva los humanos. Santiago Rusiñol identifica trabajo con necedad: Son los «listos» de este mundo, los que no tienen que trabajar, los que llaman al trabajo virtud para engañar a los otros y que sean ellos los que trabajen. «Al trabajo le llaman virtud los que no tienen que trabajar...»

SANTIAGO RUSIÑOL

La mayoría de los detractores del trabajo sí coinciden en llamar imbéciles a quienes lo consideran como un bien para el hombre. Como mucho, admiten que es un mal que nos vemos obligados a soportar. Con cuanto llevamos dicho, se puede afirmar que para la mayoría, el trabajo no es una desgracia, sino una necesidad que podemos convertir en un bien y desempeñarlo con gozo y alegría. Aunque es verdad que hay trabajos más pesados e ingratos, no es menos cierto que la actitud del trabajador es también muy importante. Un mismo trabajo a una persona puede resultarle interesante y hasta gratificante, mientras que a otra le puede parecer aburrido, agotador y decepcionante. Sucede como en el caso de los estudiantes. La misma asignatura, a unos les encanta y motiva hasta el punto de no cesar de buscar información de esa materia por todas partes. A otros, sin embargo, les parece «un ladrillo», algo indigerible e imposible de aprender. Lo verdaderamente sensato es tratar de encontrar el trabajo que nos resulte más adaptado a nuestra forma de ser y de pensar, a nuestras aptitudes y gustos; pero sin, olvidar que no es fácil encontrar siempre un trabajo a la medida de nuestros deseos y aspiraciones. ¿Qué hacer si no aparece ese trabajo con el que siempre hemos soñado? Recordar que la mayoría de los individuos no pierden el tiempo, mano sobre mano, a la espera del trabajo ideal y entonces, el sentido común aconseja que seamos tan inteligentes como para contagiar a ese trabajo menos interesante toda nuestra ilusión y entusiasmo hasta convertirlo en una actividad no sólo soportable, sino enriquecedora, gratificante e ilusionante. Somos cada uno de nosotros con nuestra actitud positiva y de esperanza, quienes podemos transformar nuestra actividad laboral, en principio poco o nada atractiva, en una tarea verdaderamente gozosa y altamente beneficiosa. Si esta misma actividad es tan atractiva e ilusionante para otros, ¿por qué no puede llegar a serlo para mí? Responder a esta pregunta con coherencia es de capital importancia. Cuanto decimos en los siguientes capítulos sobre cada uno de los valores del trabajo no tiene otro fin que llevarnos al convencimiento de que somos las personas quienes dignificamos y damos valor al trabajo con nuestra forma de llevarlo a cabo. Somos los que «vestimos» con la ropa de cada valor, el oficio o la profesión que ejercemos. La dignidad reside en las personas y la transmitimos a lo que hacemos, a nuestras obras.





EL SENTIDO Y FIN DEL TRABAJO. Escrito en EL MASTER DEL GUAPO HACKER, de Xavier Valderas

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