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domingo, 5 de agosto de 2012

LA COMUNICACIÓN Y SU COMPONENTE AFECTIVO: EL LENGUAJE NO VERBAL


La comunicación no verbal se refiere a la parte de la comunicación que tiene que ver con los movimientos corporales, voluntarios o inconscientes, que acompañan a la comunicación verbal; incluye también, cómo se dicen las cosas (volumen de voz, tono, enfatizaciones, frecuencia de emisión, etc.). Aspectos como nuestro estilo personal de andar, de hablar, de vestir, saludos, etc., todo ello constituye un cúmulo de pautas de comportamiento que están comunicando cosas, que están lanzando mensajes, y que es más fiable que la comunicación oral por cuanto que comunican intenciones, propósitos, matizan o contradicen a lo que se está diciendo, en la mayoría de los casos de forma inconsciente. Paralelamente a la comunicación verbal, se da una sintonía de movimientos entre los interlocutores, un "baile" de posturas y gestos que a un observador perspicaz le proporciona una información riquísima sobre la relación que mantienen esas personas, los roles que juegan, el interés que manifiestan, etc.


 Las expresiones corporales son herencia en muchos casos de nuestra evolución genética (comportamientos maternales, agresivos, sexuales, etc.); no obstante, las diferentes culturas han ido matizando y depurando determinadas expresiones. Se puede considerar que hay una base hormonal, química, que, de forma involuntaria y en determinados estados de emoción, provoca manifestaciones fisiológicas más o menos perceptibles por el interlocutor: dilatación de pupila, sudoración, sonrojo, erupciones de la piel, alteraciones cardiovasculares y respiratorias, etc. Por tener los hombres tendencia a ocultar sus auténticos sentimientos y por no ser siempre conscientes de ellos, podemos llegar a comprenderles mejor si aprendemos a recoger también informaciones a través de su lenguaje corporal. Esa expresión corporal es con frecuencia más auténtica porque en nuestro mundo cultural controlamos más nuestro lenguaje que nuestro propio cuerpo. La mujer que dice al psiquiatra que ama a su marido, pero lo niega con un movimiento inconsciente de cabeza, es un buen ejemplo de este hecho. Perder la cabeza, poner cara avinagrada... estirar las orejas... arrugar la nariz... son expresiones que indican que, también en el lenguaje corporal, se dan reglas más o menos fijas para expresar sin palabras los propios sentimientos. Y reaccionamos, sin darnos cuenta, a esas señales no verbales. Nos sale al paso una persona en una acera estrecha, sin cambiar una palabra, nos apartamos para dejar paso al otro. Ninguno de los dos ha pensado reflejamente qué dirección iba a seguir el otro, pero el lenguaje del cuerpo lo ha dicho todo. A veces, esas señales son ambiguas. En tal caso, quizá nos echemos, los dos a la vez, a un mismo lado, y luego, al otro; sonreímos pidiendo disculpas y luego pasamos. También el lenguaje corporal tiene sus tartamudeces. Hemos visto qué importancia tiene ser consciente de aquellos sentimientos personales que influencian nuestra comunicación y nuestra actitud con los demás. Por eso, hemos de aprender a entender nuestro lenguaje corporal como lenguaje de símbolos: gestos y movimientos son reveladores de vivencias inconscientes y sentimientos ocultos. Debemos aprender a interpretar ciertos símbolos típicos con que el cuerpo transparenta su inconsciente. Pero, en la interpretación de esos símbolos, vale también el principio fundamental de que captamos nuestro entorno no objetiva sino subjetivamente. Incluso ciertas manifestaciones no verbales, muy simples, que creemos poder interpretar con seguridad, nos llevan a veces a error. Pero vemos también que no podemos interpretar lo que observamos en solitario, sin compararlo con lo que el otro pueda decir. Cuando en el autobús o ascensor se producen apretujamientos de público, instintivamente observa usted ciertas normas bien estrictas: usted procura estrecharse para no tener que rozar ni tocar al vecino. Pero si se produce un roce o choque casual con el vecino, corrige su postura o se ladea, como diciendo: "Disculpe mi intromisión involuntaria en su área; no he podido evitarlo; procuraré respetar su territorio sin permitirme confianzas".


 La cinésica o ciencia del "lenguaje corporal" ha descubierto que hay tres zonas principales de distancias con las que, sin palabras, expresan los hombres su deseo de contacto. La "distancia de intimidad", que abarca desde el contacto corporal directo hasta una distancia de 60 centímetros aproximadamente. Cuando esa zona no es respetada por una persona extraña, fácilmente ese hecho provoca inquietud o molestia. De ahí proviene el estrecharse en un hacinamiento de autobús. Es como un intento de "esfumar" nuestra persona para que el otro no piense que tratamos de invadir su territorio. La zona de "distancia interpersonal" se extiende de 60 a 160 centímetros aproximadamente. Se parece a la distancia que se observa en un cocktail de sociedad. Permite cierto grado de confianza. Pero, puesto que a esa distancia es difícil rozar al interlocutor, tales encuentros difícilmente crean un ambiente de intimidad. Cuando dos personas se encuentran en la calle, respetan generalmente esa distancia si se detienen un momento a hablar. En el área de "distancia social" es donde despachamos nuestros asuntos "impersonales": a esa distancia hablamos con los clientes, visitantes desconocidos, obreros, colegas, recadistas. La amplia mesa del despacho de un director mantiene a esa distancia a sus subalternos y da a entender, sin palabras, que las relaciones personales están de más en ese despacho. Esa "distancia social" tiene también una función de protección: hasta esa distancia, pueden todos acercarse sin que eso llame la atención ni se considere descortés. No sin motivo, en los despachos de las personas investidas de autoridad, hay un amplio tresillo que mantiene alejados los visitantes del área de trabajo del funcionario. A la distancia aproximada de cuatro metros, comienza la distancia pública. Aquí cesan todas las relaciones personales y actuamos sólo como individuos. El profesor desde su tribuna, el político con sus arengas, el actor en el escenario, se mueven en ese área. Según sea el tipo de relación en que quieran entrar dos personas, son respetadas y definidas por ambas partes esas zonas de distancia. En el cine, en lo posible, no nos colocamos junto a un extraño. Un restaurante resulta poco grato si está atestado de gente. Pero si está vacío, se hace igualmente poco grato porque no da posibilidades de establecer contacto a nivel de "distancia social". También el domador utiliza deliberadamente esta teoría de las zonas de distancia. El sabe bien que el león no le ataca si no se le acerca demasiado y procura alejarse hasta restaurar la "distancia personal". Sólo cuando el león no pueda mantenerse a esa distancia, se hace peligrosa la situación. También los viajantes aplican, sin poner atención en ello, estas reglas de las distancias. Cuando la señora de la casa abre la puerta, "no introducen un pie en la puerta", lo que constituiría una violación de la intimidad del hogar, sino que se mantienen discretamente distantes. Con ello, parecen decir: "No intento entrometerme, ni importunar. Si así lo desea pude mantenerse distante". En cambio, el jefe que se inclina curioso sobre la mesa del subalterno está diciendo: "Aquí mando yo y puedo establecer el tipo de contacto que me parezca bien". Imaginemos la tempestad que desataría un comportamiento similar del empleado en el despacho de su jefe.


 Julio FAST nos habla de soldados rasos que, en las duchas, guardaban todos los respetos a los suboficiales aunque no les conocían ni conocían su graduación. Los suboficiales, por su misma actitud desenvuelta, daban a entender con el lenguaje corporal el rango que ocupaban en el ejército. Incluso en el mundo de los negocios, en que no se llevan galones ni entorchados, los altos cargos dejan entrever un claro sentimiento de superioridad. Y se ha venido a descubrir que ello depende, en buena parte, de las "zonas de distancia" aludidas. Por la desenvoltura con que uno se introduce en el ámbito personal del otro, por el modo con que el ámbito personal está protegido, por la manera con que eso se realiza y por análogos comportamientos no verbales, fácilmente descubre el observador experto la posición y rango de las personas.



 EJEMPLO DE COMUNICACIÓN INTERPERSONAL SIN PALABRAS:

 La comunicación no verbal 

En un departamento del expreso Madrid-Málaga viajan cuatro personas: una mujer de unos 40 años y su hija de 19; un joven español y un turista alemán. Entra el tren en un túnel. Al poco rato se oye un beso y una bofetada. Al salir del túnel todos disimulan. Sin hablar, cada uno interpreta mentalmente lo ocurrido, de la siguiente forma: La madre cree que han besado a su hija y piensa: "Mi hija está bien educada y puede andar por el mundo con tranquilidad; sabe defenderse. Estoy orgullosa de ella". La hija sabe que a ella no la han besado y cree que han besado a su madre. Piensa: "Mi madre tiene suficiente edad para que no la moleste un beso, pero hay que ver la fuerza que tiene". El turista alemán, que no ha besado y que ha recibido la bofetada, piensa: "¡Ya me habían dicho que los españoles eran atrevidos, pero no creía que lo fueran tanto: roban un beso y consiguen que la bofetada se la lleve otro!". El joven piensa: "¡Soy un tío listo! Me he besado mi propia mano y le he pegado una torta al turista".

El lenguaje no verbal, comunicarse a través del cuerpo, conocer lo que expresa el lenguaje corporal, ayuda a aprender más sobre uno mismo, a mejorar las relaciones con los demás y a saber que tipo de persona tienes delante. No reparamos en ello, pero uno de los sucesos más complejos de la vida es el encuentro con otra persona, en ese momento un gran numero de señales se disparan de forma inconsciente y comienza el intercambio de mensajes a través de los gestos corporales, sobre todo si con esa persona hemos tenido relaciones en otra vida y más aún el tipo de relaciones que hayan sido será lo que nos provoque el acercamiento o repulsión. El cuerpo tiene su propio lenguaje, es un idioma mudo, pero tan expresivo que comunica mas que las palabras, los expertos dicen que en una conversación el 65 por ciento de la comunicación se produce de forma no verbal, las palabras son el 35 por ciento restante, influyen más el tono y los matices que las palabras, estas pueden llegar a engañar pero los gestos corporales son delatores. Las mujeres tienen una habilidad innata para percibir y descifrar señales no verbales, si ellas creen que las están mintiendo, sucede en realidad, mientras las palabras dicen una cosa, el lenguaje del cuerpo cuenta otra historia. La intuición femenina no es un tópico sino el resultado de una mayor actividad del hemisferio derecho del cerebro, el encargado de las funciones intuitivas, lo que hace es reunir para comprender, mientras que el hemisferio izquierdo, el de la racionalidad, se para a analizar, merece la pena prestar atención a este código de señales. La opinión sobre una persona se forma en el primer minuto de conocerla, sin que intervenga ni la lógica, ni la razón.


 1) Lo que dicen algunos gestos

 El lenguaje de los gestos es muy revelador, es mas fácil interpretarlos en personas jóvenes porque con el paso de los años los gestos de los adultos se vuelven más elaborados, fijarse en los niños, es una excelente forma de comenzar a aprender este alfabeto básico y te ayudara a saber lo que significan algunos de los gestos más habituales.

—Cruzar los brazos: Denota una actitud defensiva.

 —Llevar la mano a la boca: Es decir una mentira.

—Acariciarse la barbilla: Es evaluar y decidir.

 —Comerse las uñas: Autocontrol

—Ponerse los dedos en la boca: Denota necesidad de seguridad, nerviosismo

 —Una sonrisa falsa: Engaño, traición, deslealtad

—Un lenguaje universal es la mirada de los ojos, si te miran a los tuyos fijamente: Denotan que no hay nada que esconder, es limpia la conversación, también denota dominio de la persona.

 —Si los ojos no sonríen y se muestran esquivos y La mirada es falsa: Denota engaño

—Cuando los pulgares asoman por el bolsillo: Expresan dominio y seguridad


 2) La armonía en la comunicación

 Es muy importante armonizar "lo que se dice", con "lo que se siente", con "lo que se expresa" y todo ello hacerlo muy consciente, mantener un equilibrio entre esos tres aspectos aumenta nuestras posibilidades de ser felices y de disfrutar de la vida. "Pensar una cosa", "decir lo contrario" y "expresar otra completamente diferente", nos atasca internamente, creando nudos emocionales que entorpecen el buen fluir de las relaciones. Si te acostumbras a reprimir tus sentimientos de "insatisfacción, de miedo o de tristeza", también puede que reprimas los sentimientos de "cariño o de alegría" cuando estés con tus seres queridos. El resultado de no comunicarte, es que te sumerges en un paisaje cada vez mas gris mientras intentas silenciar tu cuerpo, tarde o temprano llegará la factura en forma de dolencia. Existe una conexión entre mente y cuerpo, del mismo modo que hay una relación entre los mensajes corporales y las emociones reprimidas, saber más sobre el lenguaje del cuerpo puede ayudarnos a expresar lo que realmente quieres decir y sobre todo "a darte cuenta de, si es verdad lo que te están diciendo los otros". La boca puede mentir, pero el gesto del cuerpo que se hace en ese momento siempre revela "la verdad"




























LA COMUNICACIÓN Y SU COMPONENTE AFECTIVO: EL LENGUAJE NO VERBAL. Escrito en EL MASTER DEL GUAPO HACKER, de Xavier Valderas





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