Las últimas investigaciones llevadas a cabo por Rob Goffee, que se explican con más
detalle en el libro The character of a corporation (Harper-Collins, 1998), indican que
para analizar la cultura podemos utilizar dos tipos de relaciones sociales o, empleando
una expresión cada vez más extendida, "arquitectura social".
El primer tipo es la sociabilidad: las relaciones afectivas y no instrumentales que
se dan entre los individuos que pueden considerarse mutuamente como amigos. Posee
un valor intrínseco y suele mantenerse mediante el contacto permanente cara a cara
durante el cual las personas se ayudan entre sí, sin realizar "pactos" previos.
El otro tipo de relación es la de solidaridad, que permite describir la cooperación
que se produce entre personas y grupos dispares. No depende de una amistad estrecha,
ni siquiera de una relación personal; tampoco exige un mantenimiento continuo
de la interacción cara a cara. Esta relación es instrumental, y surge cuando los individuos
y los grupos perciben que existe un interés compartido y se da cuando surge una
necesidad.
Por supuesto, la sociabilidad y la solidaridad se dan simultáneamente en numerosas
organizaciones. La interacción social en el trabajo puede reflejar la sociabilidad
de las amistades, la solidaridad de los compañeros, ambas a la vez o, en ocasiones,
ninguna de ellas. Pero se puede decir que existen varias clases de relación mutua que
generan cuatro tipos culturales distintos.
La bibliografía anterior sobre la cultura organizativa ha estado proclamando la idea
de que hay un modelo mejor que los demás; un ejemplo clásico de ello puede ser el
libro de Tom Peters En busca de la excelencia. Pero probablemente no esté en lo cierto.
Usted puede tener una organización con éxito en la que predomine uno de estos
tipos culturales, siempre y cuando esta cultura encaje en su entorno empresarial y
tenga en cuenta sus procesos empresariales críticos.
Esto significa que las agendas de
RR.HH. de cada uno de estos tipos serán claramente diferentes. Vamos a profundizar
en este aspecto examinando los cuatro tipos de organización y sus respectivas "obsesiones
de RR.HH.".
1) La organización en red
Alta sociabilidad, baja solidaridad.
Ejemplos de organización de este tipo son Unilever,
Heineken y Philips. Las ventajas de la alta sociabilidad son claras y numerosas.
Muchos empleados afirman que es agradable trabajar en este ambiente. También estimula
la creatividad porque fomenta el trabajo en equipo, el compartir información y
el espíritu de apertura a nuevas ideas. Por último, anima a las personas a traspasar los
límites de su trabajo si encuentran la manera de ayudar a sus compañeros.
Pero también tiene sus inconvenientes. Se puede llegar a tolerar el bajo rendimiento:
es difícil mantener disciplinado a alguien a quien se ve como un amigo.
Además, los entornos muy sociables suelen caracterizarse por una preocupación exagerada
por el consenso. Con el fin de garantizar la participación de todo el mundo, se
busca el mejor compromiso, no necesariamente la mejor solución. O, lo que es peor,
las organizaciones con una elevada sociabilidad pueden desarrollar camarillas políticas
que "se salten" o perjudiquen a los procesos organizativos.
Dada la importancia que tiene el mantenimiento de unas buenas relaciones sociales,
las estrategias de remuneración de la organización en red siguen preocupadas por
la equidad en lugar de por los sondeos de mercado o por ampliar el desfase existente
entre las recompensas fijas y las variables.
Se puede tener éxito con cualquiera de estos tipos de cultura, siempre y cuando
dicha cultura encaje en su entorno empresarial y tenga en cuenta sus procesos empresariales
críticos.
Estas empresas intentan por encima de todo reclutar a personal afín, a personas con
predisposición a gustarse entre sí. Y la formación se ocupa tanto de reforzar las normas
compartidas como de desarrollar las habilidades de los empleados.
Esto también se aplica a los procesos de desarrollo del liderazgo. Dado que dentro
de esta cultura este aspecto requiere destacadas habilidades interpersonales -que en
ocasiones incluyen, dado el carácter internacional de la empresa, la comunicación
entre diversas culturas-el desarrollo de su liderazgo implica desplazar a los empleados,
perfeccionando sus habilidades sociales y desarrollando su sensibilidad hacia
otras culturas.
Estas estrategias encajan bien con sus arquitecturas sociales subyacentes, algo que
expresó certeramente un directivo de marketing de Heineken al confesarnos: "Por
supuesto, ya sabe que lo que nosotros vendemos no es cerveza, sino sociabilidad emocional".
2) La organización mercenaria
Alta solidaridad, baja sociabilidad.
Ejemplos de ello son Citicorp, PepsiCo y Mars.
Pocas empresas desean ser vistas como mercenarias. Sin embargo, una cultura en la
que la regla número uno para la supervivencia se puede resumir en la expresión "ir a
trabajar en Domingo" obtiene considerables beneficios, proporcionando a sus organizaciones
un alto grado de orientación estratégica, una rápida respuesta ante las amenazas
de la competencia y una elevada intolerancia ante el bajo rendimiento.
Si la estrategia que subyace a este tipo de organización es suficientemente sólida,
esta orientación puede ser despiadadamente eficaz. De hecho, gran parte de la bibliografía
sobre "intenciones estratégicas" describe a estas organizaciones como el modelo
ideal. Mientras que la cultura de red tiende a centrarse en la manera de conseguir
los objetivos, la cultura mercenaria trata de que se hagan las cosas aquí y ahora. Se
pueden emprender acciones inmediatas porque todas las personas involucradas comparten
un mismo ideal: ganar.
Las organizaciones mercenarias se esfuerzan por conseguir esta meta externa fijándose
a sí mismas objetivos internos concretos. No intentan "aumentar el nivel de
retención de clientes", sino "aumentar en un 30% el nivel de retención de clientes".
Si el factor clave para el éxito de una compañía se puede expresar en términos numéricos,
esta claridad de objetivos es totalmente lógica desde el punto de vista competitivo.
Pero, ¿qué sucede si la estrategia que se adopta es la equivocada? Entonces estas
empresas pueden ir caminando perfectamente al borde del abismo, haciendo lo incorrecto
de un modo extremadamente eficaz. Cuando las industrias atraviesan por un
periodo de ambigüedad es cuando la cultura mercenaria puede desembocar en el suicidio
corporativo.
Pero hay otros inconvenientes. La cooperación sólo se da cuando existen ventajas
claras e inmediatas para todas las personas y grupos implicados. Las llamadas a la
cooperación en la organización mercenaria reciben por respuesta "¿Y yo qué voy a
sacar con esto?" Por último, en estas compañías las funciones tienden a estar tan claramente
definidas que pueden producirse constantemente conflictos mientras muchas
veces las tareas críticas recaen en un terreno intermedio entre varias definiciones de
puestos.
Las estrategias de RR.HH. en las organizaciones con un elevado nivel de solidaridad
se caracterizan por tener obsesiones diametralmente opuestas a las de las que
muestran una alta sociabilidad. En primer lugar se encuentra la minuciosidad a la hora
de medir el rendimiento. Las culturas mercenarias siempre están perfeccionando sus
sistemas de medida y vinculándolos a los de recompensas.
Ejemplo de ello es el programa "20-20-20" introducido por David Johnson, ex
director ejecutivo de Campbell Soup.
Estableció en la compañía el objetivo de conseguir
un 20 por ciento de crecimiento anual en los ingresos, en la rentabilidad de los
títulos y en la rentabilidad de los activos. Su mensaje era claro: "Si conseguimos el
20-20-20, vuestros bolsillos harán cling-cling-cling".
Otros temas comunes de RR.HH. son la preocupación por el rigor en los procesos
para eliminar "fracasos" y la búsqueda incesante de talentos que se puedan arrancar a
la competencia.
En estas culturas, la principal característica de los líderes es que son ganadores. El
liderazgo se desarrolla a través de concursos y el área de RR.HH. prepara a los líderes
y supervisa los resultados. Pero las culturas mercenarias por lo general son hostiles al aprendizaje complejo, puesto que requiere tiempo y supone compartir información,
parte de la cual puede que no sea útil de forma inmediata.
Tal vez el aspecto más peligroso de la cultura mercenaria es que las personas permanecen
allí sólo mientras les conviene. Si la situación empieza a ponerse más difícil
o si se les presenta una oferta mejor, los empleados e incluso departamentos enteros
se marchan. Se convierten, en el más estricto sentido de la palabra, en mercenarios.
3) La organización fragmentada
Baja sociabilidad, baja solidaridad.
Entre ellas se incluyen algunas instituciones
académicas (sobre todo escuelas de negocios), bufetes de abogados, consultorías,
organizaciones virtuales y algunos periódicos. Esta modalidad se adecua más a las
empresas en las que existen niveles reducidos de interdependencia dentro del proceso
de trabajo. En estos sectores se es el mejor simplemente si se cuenta con los mejores
individuos, aunque no cooperen mucho entre sí.
Como consecuencia de esto, las estrategias de RR.HH. en este ámbito cultural
muestran una tendencia obsesiva al reclutamiento y la retención de los mejores dentro
del área en cuestión. Los profesionales de RR.HH. se convierten en expertos conocedores
de los mejores especialistas en impuestos, en consultoría logística, etc. Por
otra parte, con frecuencia se les asigna la difícil tarea de conseguir niveles mínimos
de colaboración entre los cerebros inconformistas que ocupan cada fragmento de la
cultura.
Por último, las estrategias de RR.HH. se revelan un estado de preocupación permanente
ante la ímproba tarea de desarrollar líderes para la organización. En realidad,
estas culturas se caracterizan por contar con individuos que no desean ni ser jefes ni
tampoco tenerlos, y menos aún representar a la organización adoptando un papel de
liderazgo de cara al mundo exterior. Pero alguien tiene que ejercer esa función, y el
profesional de RR.HH. debe encontrar a la persona adecuada.
4) La organización comunitaria
Alta sociabilidad, alta solidaridad.
Ejemplos clásicos de este estilo son los de Hewlett-
Packard, Johnson & Johnson y Electronic Arts. Se trata de organizaciones sociables, como las de red, pero con mucha más cohesión y orientación hacia un único
objetivo. Así pues, a diferencia de los empleados de las culturas mercenarias, la gente
no pregunta: "¿Y yo qué voy a sacar con esto?".
La organización comunitaria está obsesionada por los valores compartidos, que en
ocasiones se recogen en declaraciones de principios, como el credo de Johnson &
Johnson o el sendero de Hewlett-Packard, o, lo que es más frecuente, se hallan fuertemente
arraigadas en los procesos organizativos. La estrategia de RR.HH. trata de
mantener los valores que confieren cohesión a la empresa.
Ello origina una tendencia hacia los procesos inductivos, al reclutamiento minucioso
basado en la compatibilidad de los valores y a la presentación de la organización
al mercado laboral basada en sus valores clave.
Sin embargo, dado que uno de los posibles peligros en las organizaciones comunitarias
es el de creer que son infalibles, muchas veces los profesionales experimentados
del área de RR.HH. tiene que actuar como guardianes y críticos de los valores.
Deben ejemplificar la cultura corporativa y al mismo tiempo distanciarse de ella lo
suficiente como para introducir cambios sutiles y estar en guardia frente a la autocomplacencia.
En lo que respecta al liderazgo, el cometido del área de RR.HH. es siempre difícil.
Las organizaciones comunitarias suelen ser caldo de cultivo de líderes visionarios,
pero éstos tienden más a producir discípulos que sucesores.
Tal vez el mejor ejemplo
de buena sucesión de liderazgo en este tipo de culturas sea el que reina en Hewlett-
Packard. Sin embargo, las situaciones que se han dado en otras firmas, como Apple
Computer y Island Records, indican que la retirada del líder fundador puede dar lugar
a problemas de sucesión irresolubles.
Las intervenciones de RR.HH. son más eficaces si se realizan en sintonía con la
arquitectura social que subyace a la organización, pero sólo si esta arquitectura encaja
con el entorno empresarial y los procesos clave de la compañía. Resulta fácil imaginar
por qué puede ser tan difícil el cambio en las empresas cuyas culturas están tan
fuertemente arraigadas. Los hábitos, valores e instintos de la organización pueden
acabar ahogando hasta el proceso de cambio mejor intencionado. El cambio sólo
podrá tener éxito si conocemos cuál es nuestro punto de partida y si después diseñamos
intervenciones para obtener mayor sociabilidad o mayor solidaridad.
Para incrementar la solidaridad es necesario reclutar a personas que sean compatibles
entre sí y limar las diferencias jerárquicas que existan entre ellos. Un clima informal
funcionará mejor si queremos que las personas desarrollen unas relaciones más
estrechas. Los procesos de gestión deben fomentar el compartir ideas, intereses y
emociones, al estilo del centro de gestión de Unilever. Los acontecimientos sociales,
ya sean fiestas o excursiones, pasan de este modo a un primer plano.
Finalmente, una organización más sociable debe demostrar que se preocupa por las
personas que tienen problemas. Esto no implica ser "blando", sino simplemente guardar
las buenas formas empresariales, si es ese el tipo de cultura que queremos obtener.
La solidaridad exige otro tipo de requisitos. El deseo de ser un ganador tiene una
importancia capital, por lo que las prácticas de RR.HH. deben centrarse en concienciar
a los empleados sobre la competencia y en inculcarles un sentido de urgencia, con
objetivos claros. Hay que fijar criterios exigentes y, para quienes no los cumplan, hacer
frente al bajo rendimiento mediante cursos de formación o enseñándoles por dónde se
va a la calle. Las personas deben cambiar periódicamente de su departamento, unidad
de negocio o país a otro para que se sumerjan más en los objetivos de grupo.
Por último, aunque no por ello menos importante, está el principio de que si las personas
tienen éxito, hay que celebrarlo.
TIPOS DE CULTURAS ORGANIZATIVAS. Escrito en EL MASTER DEL GUAPO HACKER, de Xavier Valderas
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