Ha de quedar claro que cada persona es muy libre de vivir y de sentir el trabajo
como un bien, siendo capaz de descubrir «las bondades del trabajo» o de aceptar, o
mejor, soportar el trabajo como ineludible y convertir su vida en un verdadero infierno
con una permanente actitud de cabreo, malhumor y desgana. Aconsejo disfrutar en
el trabajo y convertirlo en actividad gratificante y evitarnos pasar la vida «rabiando,
maldiciendo y pataleando» porque hemos de trabajar.
Si sobre el hombre pesa la necesidad y la obligación de trabajar, ya que, al menos
hasta hoy, sin el trabajo humano nuestra sociedad sería inviable, será más inteligente
dar un sentido positivo a esta actividad, pues, de una manera u otra, no hay más remedio
que trabajar.
El trabajo hace posible la suficiencia material imprescindible, que no está asegurada
de antemano y el hombre debe responsabilizarse para procurársela. La adquisición
de recursos es conditio sine qua non y supuesto inexcusable para vivir que tiene su
origen en el trabajo.
Pero no todo lo que reporta el trabajo es material y recursos económicos y de otro
tipo. Nuestra condición de personas nos mueve por otros derroteros más allá (de lo
meramente tangible y material, y es el perfeccionamiento como individuos en busca
de una mayor excelencia, plenitud y sabiduría, cualidades que tienen que ver con las
potencialidades de la mente y del espíritu.
El fin último del trabajo es el desarrollo de la propia perfección hasta alcanzar la
mayor plenitud humana posible.
«¡Trabaja! Si puedes, trabaja bien; en caso contrario... trabaja de todos modos.»
1) En la democracia actual
El mundo del trabajo constituye una de las claves de la vida política y ocupa un
puesto relevante en la mente y en las preocupaciones del hombre en cualquier sociedad
demócrata. El trabajo es valorado y apreciado por todos como el fundamento de
la grandeza humana y el trabajador es respetado, estimado y considerado cada día más
como ser humano digno y con pleno derecho. Hoy, una gran mayoría considera que
el trabajo es el fundamento de la grandeza humana y ha elevado a la sociedad y a la
humanidad al nivel actual de progreso.
Seguramente, en nuestros días, el trabajo es el principal criterio de valoración para
definir los méritos y derechos del hombre y hasta llega a admitirse la desigualdad de
condición socioeconómica, si está fundamentada en el mérito personal adquirido
mediante el esfuerzo y la constancia, a través del trabajo continuado y eficaz.
«El pan más sabroso y la comodidad más agradable son los que se ganan con el
propio sudor.»
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SÉNECA |
El trabajo: Los pro y los contra. Defensores y detractores:
«El día no le parece nunca largo al que trabaja».
(SÉNECA)
«Se quiere más lo que se ha conquistado con más fatiga».
(ARISTÓTELES)
En el trabajo, como en todas las cosas de esta vida, cada cual cuenta su historia
según es y según la vive. He hablado con personas entusiastas e ilusionadas con su
trabajo, hasta el punto de que no conciben su vida sin trabajar y no se hacen a la idea
de poder jubilarse, si todavía están fuertes y jóvenes. También me he encontrado con
verdaderos detractores del trabajo, que no hacen sino recordar que es una maldición,
una consecuencia del pecado original de nuestros primeros padres... el preceptocastigo
bíblico: «... y ganarás el pan con el sudor de tu frente».
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ARISTÓTELES |
Hay posturas menos extremistas como las de aquellos que creen que el trabajo es
un mal necesario, pero que con el tiempo se hace soportable y hasta llega a gustar.
Otros piensan que el trabajo no es ni bueno ni malo, sino una actividad sin la cual no
podríamos lograr lo suficiente para vivir y no se paran en otras consideraciones
filosóficas. Trabajan para vivir y procuran que no sea una carga, sino algo gratificante
y llevadero, si es posible.
La mayoría de las personas consultadas admite que no se valora el trabajo de verdad
hasta que falta durante un tiempo. Es entonces cuando se mira con envidia al resto
que lo posee y se cae en la cuenta de que estar en paro es un verdadero mal para el
ser humano.
Es curióso, pero el 80 por ciento de las personas consultadas reconoce que quien
más valora el trabajo y mejor habla de sus bondades es quien lo pasó mal por no
tenerlo o por tener que trabajar antes en trabajos duros, poco rernunerados y nada gratificantes.
Son estas personas las que caen en la cuenta de que en este mundo nuestro,
trabajar no sólo sirve para ganar dinero y procurarse el sustento diario, sino que
el trabajo reporta otros bienes más nobles como: sentirnos útiles, saber que ayudamos
a los demás, que colaboramos para un bien común y que todos se benefician de nuestros
esfuerzos.
Hay que admitir que abundan las loas al trabajo y que son muchos más los defensores
que los detractores. El lector observará que a la hora de hablar bien del trabajo,
la mayoría de los escritores y pensadores lo identifican con la felicidad. «Sin trabajo
no hay placer», llegan a decir.
Otro grupo de autores le conceden el valor de capacitar al hombre para afrontar los
problemas de la vida y hasta el dolor, como Cicerón cuando dice: «El trabajo nos
endurece contra el dolor».
Abundan los pensadores que le conceden el valor de potenciar y alentar otros valores,
como Séneca: «El trabajo es el alimento de las almas nobles.» Algunos, como
Voltaire, lo consideran el mejor antídoto contra los males del hombre: «El trabajo
aleja al hombre de tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la penuria.» A otros,
como Burton, el trabajo se les antoja un talisimán, una especie de varita mágica: «La
actividad es el imán que atrae todas las cosas buenas».
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MARCO TULIO CICERÓN |
2) ¿Qué podemos decir de los dretractores del trabajo?
Que son muy pocos y además, mal avenidos. Oscar Wilde, por ejemplo, cuando
afirma que «El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer», lo hace en
solitario. No hemos encontrado a ningún pensador que diga algo parecido. Manuel
Kant, no sé si con ironía o desde su profundidad como filósofo, nos recuerda que,
entre los animales, sólo el hombre se ve obligado a trabajar. Seguramente pensaba el
filósofo que el trabajo es noble por estar reservado al hombre como ser superior, aunque
algunos podrían pensar que Kant lo considerase una carga que tenemos que
soportar en exclusiva los humanos.
Santiago Rusiñol identifica trabajo con necedad: Son los «listos» de este mundo,
los que no tienen que trabajar, los que llaman al trabajo virtud para engañar a los otros
y que sean ellos los que trabajen. «Al trabajo le llaman virtud los que no tienen que
trabajar...»
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SANTIAGO RUSIÑOL |
La mayoría de los detractores del trabajo sí coinciden en llamar imbéciles a quienes
lo consideran como un bien para el hombre. Como mucho, admiten que es un mal
que nos vemos obligados a soportar.
Con cuanto llevamos dicho, se puede afirmar que para la mayoría, el trabajo no es
una desgracia, sino una necesidad que podemos convertir en un bien y desempeñarlo
con gozo y alegría.
Aunque es verdad que hay trabajos más pesados e ingratos, no es menos cierto que
la actitud del trabajador es también muy importante. Un mismo trabajo a una persona
puede resultarle interesante y hasta gratificante, mientras que a otra le puede parecer
aburrido, agotador y decepcionante.
Sucede como en el caso de los estudiantes. La misma asignatura, a unos les encanta
y motiva hasta el punto de no cesar de buscar información de esa materia por todas
partes. A otros, sin embargo, les parece «un ladrillo», algo indigerible e imposible de
aprender.
Lo verdaderamente sensato es tratar de encontrar el trabajo que nos resulte más
adaptado a nuestra forma de ser y de pensar, a nuestras aptitudes y gustos; pero sin,
olvidar que no es fácil encontrar siempre un trabajo a la medida de nuestros deseos
y aspiraciones.
¿Qué hacer si no aparece ese trabajo con el que siempre hemos soñado? Recordar
que la mayoría de los individuos no pierden el tiempo, mano sobre mano, a la espera
del trabajo ideal y entonces, el sentido común aconseja que seamos tan inteligentes
como para contagiar a ese trabajo menos interesante toda nuestra ilusión y entusiasmo
hasta convertirlo en una actividad no sólo soportable, sino enriquecedora, gratificante
e ilusionante.
Somos cada uno de nosotros con nuestra actitud positiva y de esperanza, quienes
podemos transformar nuestra actividad laboral, en principio poco o nada atractiva, en
una tarea verdaderamente gozosa y altamente beneficiosa. Si esta misma actividad es
tan atractiva e ilusionante para otros, ¿por qué no puede llegar a serlo para mí? Responder
a esta pregunta con coherencia es de capital importancia.
Cuanto decimos en los siguientes capítulos sobre cada uno de los valores del trabajo
no tiene otro fin que llevarnos al convencimiento de que somos las personas
quienes dignificamos y damos valor al trabajo con nuestra forma de llevarlo a cabo.
Somos los que «vestimos» con la ropa de cada valor, el oficio o la profesión que ejercemos.
La dignidad reside en las personas y la transmitimos a lo que hacemos, a nuestras
obras.
EL SENTIDO Y FIN DEL TRABAJO. Escrito en EL MASTER DEL GUAPO HACKER, de Xavier Valderas
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