("EL MASTER DEL GUAPO HACKER") BLOG PROPIEDAD DE XAVIER VALDERAS. Son mis particulares anotaciones sobre estudios de MBA (Master in Business Administration , o sea “Maestría en Administración de Negocios”). Aquí puedes encontrar de casi todo lo referente a los masters, querido visitante internauta, pero recuerda siempre que el mejor MBA y la más importante es “La Escuela de Negocios de la Vida”, la cual no te cobra ni matricula y es lógicamente en la que más aprenderás. Saludos y sed bienvenidos
La mayoría de las personas habla de las emociones pero apenas las siente
conscientemente.
Muchas personas no sabrían describir dónde sienten o cómo son las diferentes
emociones o sentimientos; siendo muy habitual decir “en el corazón”, en “el alma”...
esto en realidad son convencionalismos, conceptos o respuestas que uno se da a si
mismo. Sin embargo, las emociones y sentimientos se sienten en el cuerpo, no se
piensan... y si se piensan son pensamientos, no sentimientos.
La emoción es una parte de cualquier conflicto y no podemos solucionar ese conflicto
sin abordar la emoción que le corresponde.
La mayoría de las estrategias que
utilizamos para solucionar el sufrimiento, incluidas muchas terapias psicológicas,
prescinden de la emoción o tratan de controlarla, utilizando como única herramienta
el pensamiento. Esto no puede funcionar a largo plazo, pues requiere un esfuerzo
mental constante que tarde o temprano flaquea o es arrasado por la emoción.
Para redescubrir las emociones y sentimientos no es necesario pensar sino sentir.
Así, tampoco es necesario saber intelectualmente qué es una emoción y qué un sentimiento,
o qué la ansiedad y qué la angustia; incluso dos personas pueden llamar de la
misma manera a emociones diferentes.
Para entendernos, podemos llamar a la base de todo lo que se siente sensación.
Observando las diferentes sensaciones que sentimos en el cuerpo (picor, calor, frío,
presión, transpiración, movimiento, hormigueo...) podemos empezar a explorar el
mundo del sentir. Tampoco hay que nombrar estas sensaciones, como picor, calor, etc;
sólo observarlas, sentirlas, y emplear las palabras solamente si queremos intentar
explicarle a alguien lo que hemos sentido.
Observando las sensaciones reales, no imaginadas, que sentimos en el cuerpo
podemos despertar de nuevo la capacidad de sentir, herramienta fundamental para
comprender el condicionamiento de nuestra mente, base de nuestro comportamiento .
Hay tres hechos en los que podemos apoyarnos inicialmente para zambullirnos en
la observación de las emociones: — Observar las sensaciones corporales (que están ahí de todos modos aunque
no les prestemos atención, pruebe a observar lo que siente en este momento
en la planta del pie) no es posible ni lógico que nos perjudique. Suele ocurrir
que parecen agrandarse e intensificarse, si le surge miedo observe y descubra
las sensaciones del miedo. — Por mucho que aumente una sensación tiene un límite de intensidad y
tiempo de permanencia; tarde o temprano pasa. Aunque el objetivo no es
conseguir que pase sino aprender de lo que observamos. — Se puede sentir cualquier sensación sin sufrir cuando somos capaces de no
permitir que los viejos patrones del pensamiento intervengan, la memoria con
sus, a menudo, instantáneas evaluaciones y reacciones (ver el pensamiento).
Si no lo consigue enseguida tómese su tiempo, el hábito es muy fuerte y antiguo,
la clave del éxito está en no desanimarse.
Explorando el campo del sentir, descubrimos unas sensaciones más “físicas”(frío,
calor, presión, dolor...) y otras más sutiles; unas más localizadas en un punto y otras
que recorren el cuerpo; en la piel o internas, etc. Diferentes grupos de sensaciones en
diferentes partes del cuerpo suponen por ejemplo las diferentes respuestas emocionales
que una persona emite en una circunstancia concreta.
Estas sensaciones corporales tienen una relación muy estrecha con los pensamientos,
siendo a menudo la misma cosa pero en medios diferentes, algo así como el viento
que levanta olas en el mar y arena en la playa. Un pensamiento sobre algo desagradable
lo es porque lleva aparejadas emociones que nos resultan desagradables; una
sensación que nos resulte desagradable potenciará pensamientos desagradables.
Tristeza, cólera angustia, miedo, rencor, son emociones penosas que no son fáciles de
sobrellevar en nuestro cotidiano vivir. La emoción es un proceso que puede surgir por la
falta de adaptación que experimenta el ser humano.
Todas las emociones pasan por dos
fases. Una emoción puede llenarnos de gloria y hasta paralizarnos si la recibimos súbitamente
y sin preparación previa. Se confunde fácilmente emoción y sentimiento y sin
embargo son dos estados muy diferentes que suscita reacciones corporales en nuestro
cuerpo como el miedo y la cólera, sin embargo la ternura y la tristeza son más difusas y
durable y reflejará mejor el momento emocional que estamos viviendo.
Las emociones se caracterizan por un trastorno fisiológico del individuo que en su
estado anímico puede hacerle sentir sudores frío, temblores, palpitaciones y hasta la
perdida del lenguaje. Se podría confirmar que no existen dos personas a las que les
afecte de la misma forma una mala noticia. El comportamiento de una y otra puede
ser muy diferente. Depende de la sensibilidad y fortaleza de lo que cada una es capaz
de soportar y sentir.
Hamlet le dijo a su amigo Horacio: Hay pocos hombres capaces de aceptar con
igual semblante los premios y los reveses de la fortuna. Cuántos hay que son esclavos
de sus pasiones y no saben dominar sus más vivos deseos.
El dominio de la persona, esa capacidad de afrontar los contratiempos que la vida
nos depara, más que una virtud es un privilegio. Pocos son aquellos que saben controlarse
en los momentos difíciles; y no todas las personas tienen la templanza y un
fuerte espíritu para no exteriorizar lo que siente profundamente.
El saber contener las emociones constituye la clave de nuestro bienestar emocional.
Tampoco es la panacea del siglo el intento de querer permanecer feliz a toda
costa. Habría mucho que decir acerca de la aportación constructiva del sufrimiento a
la vida espiritual y creativa. El dolor y la pena pueden muy bien templar el alma.
Alguien contó un día que en el comienzo de la guerra del Vietnam un pelotón de
norteamericanos se hallaba agazapados en unos matorrales luchando con el Vietcong,
cuando, de repente, una fila de monjes comenzó a caminar directamente hacia el frente.
Iban despacio y parece ser que orando. Los seis monjes estaban serenos y ecuánimes,
sin duda alguna se dirigían a la línea de fuego. Caminaban en línea recta, recordaba
uno de los combatientes que seguía arrodillado con un miedo que le devoraba.
Fue algo muy extraño alegaba este muchacho, pero nadie disparó un solo tiro y cuando
habían atravesado el campo la lucha había concluido. La valentía y la marcha
silenciosa de los monjes apabullaron a los beligerantes.
Eso nos demuestra que lo fundamental en la vida es saber demostrar valor y dominio
en situaciones difíciles y peligrosas. En ningún momento exteriorizar el miedo y
la inquietud que apenas podemos contener y nos está reconcomiendo por dentro.
Ajustar el tono emocional de una determinada interacción constituye, en cierto modo,
un signo de control profundo e íntimo que condiciona el estado de ánimo, no sólo de
los demás, sino también de nosotros mismos.
Tener una visión positiva o negativa puede ser de temperamento innato El optimismo
y la esperanza lo mismos que la impotencia y la desesperación pueden aprenderse.
Podemos llegar a creer que tenemos el control de lo que nos puede ocurrir en
nuestras manos y que somos autosuficientes para afrontar todo lo que nos ocurra, y
no siempre esto es cierto. Sin embargo afrontar riesgos, asumir dificultades y superar
amenazas potenciales e imaginativas puede ser un motivo alentador para ir adelante
en los momentos más difíciles de nuestra existencia.
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