La idea no es reprimir los sentimientos (la reacción que ha hecho ricos a los psicoanalistas) sino hacer lo que Aristóteles decía en Ética a Nicómaco. “Cualquiera es capaz de enfadarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado adecuado, en el momento adecuado, con el propósito adecuado y de forma adecuada, eso no es fácil”. Muchas personas no sabrían describir dónde sienten o cómo son las diferentes emociones o sentimientos; siendo muy habitual decir “en el corazón”, en “el alma”... esto en realidad son convencionalismos, conceptos o respuestas que uno se da a si mismo. Sin embargo, las emociones y sentimientos se sienten en el cuerpo, no se piensan... y si se piensan son pensamientos, no sentimientos. Las emociones se caracterizan por un trastorno fisiológico del individuo que en su estado anímico puede hacerle sentir sudores frío, temblores, palpitaciones y hasta la perdida del lenguaje. Se podría confirmar que no existen dos personas a las que les afecte de la misma forma una mala noticia.
El comportamiento de una y otra puede ser muy diferente. Depende de la sensibilidad y fortaleza de lo que cada una es capaz de soportar y sentir. Tener una visión positiva o negativa puede ser de temperamento innato. El optimismo y la esperanza lo mismo que la impotencia y la desesperación pueden aprenderse. Nuestra inteligencia emocional determina la capacidad potencial de que dispondremos para aprender las habilidades prácticas basadas en uno de los siguientes elementos compositivos: la conciencia de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la capacidad de relación.
INTELIGENCIA EMOCIONAL. Escrito en EL MASTER DEL GUAPO HACKER, de Xavier Valderas
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